Cuando salimos a la calle y empezamos a relacionarnos con nuestro entorno (a nuestra manera) nos damos cuenta del nivel de exigencia que se ha generado en el ser humano durante los últimos años. O puede que siempre haya sido así. No veo nada malo en la competitividad, ya que impulsa nuevas ideas a la vez que estimula la economía, generando puestos de trabajo, etc… Pero una cosa es cierta: la tendencia de los ciudadanos, consumidores, compradores, o como sea que nos llamemos, es la de exigir y la de quejarnos. Es cierto que muchas de las exigencias son formuladas con razones de peso, pero la inmensa mayoría de las veces, carecen de sentido común.

Supongo que es la válvula de escape para mucha gente intoxicada por la pesadez de la rutina o por los problemas cotidianos (o no tan cotidianos), y está claro que es inevitable.

Hasta aquí… bien. Hemos descrito una realidad que, probablemente, no desaparezca nunca.

Lo realmente importante ahora es aplaudir las acciones contrarias, que suelen pasar desapercibidas, o no les damos la verdadera importancia que se merecen.

¿De qué hablo?

Pues de dar las gracias a aquellas personas que dedican mucho tiempo en facilitarnos la vida. ¿Cobran por ello? Por supuesto. ¿Alguien les obliga? Pues no. Pero eso no significa que no debamos respetar y premiar su trabajo con un gesto de agradecimiento. Y no me refiero a una palmadita en la espalda o un “gracias” a secas.

Del mismo modo que cuando nos irritamos exigimos el libro de reclamaciones (no todos), amenazamos con ir a otro establecimiento (ya ves tú), o nos quejamos cuchicheando por todos los rincones de la población (Dios nos salve de estos últimos); también podemos invitar a la conversación, o escribir una nota de agradecimiento.

Suena raro ¿verdad?

Pues el motivo de esta pequeña nota, ha sido para dar visibilidad a las pequeñas y buenas acciones. Aquellas que cambian el mundo (o al menos parte de él). En la guardería donde llevo a mi hija, unos Alexander2padres, de manera desinteresada, escribieron una nota dándoles las gracias a las chicas por su extraordinaria labor (adjunto imagen de la carta para quien quiera leerla). Puede parecer algo sencillo, pero me gustaría plantear una pregunta ¿cuántos de ustedes han hecho algo así? Y no me refiero a familiares o amigos. El detalle me pareció tan espontáneo y profundo, que las educadoras dibujaron una sonrisa en su semblante… y que aún les dura.

No es por querer tomar parte de ella, pero mi hija también se lo pasa muy bien con vosotras y por las mañanas está deseando ir a la guardería.

Por ese motivo: Mi más sincera enhorabuena a los padres por su iniciativa, y gracias a Eva, Laura y Victoria por vuestra extraordinaria labor. No tiene precio.

Y a ver si nos vamos animando a cambiar las cosas. Que estos gestos sí somos capaces de realizarlos.

Alexander Copperwhite