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Misterios Desvelados: La Reencarnación XVII

Las leyes que trascienden a todo el universo, están inmanentemente impresas en todo lo creado por Dios, por lo tanto son iguales para todos. Y si así no lo ve el ser humano es por la mucha ignorancia que aún le rodea, por desconocimiento de las mismas o porque su fanatismo no deja a su mente razonar.

Pensemos que si Elías, siendo espíritu, volvió a la Tierra a encarnar en un cuerpo nuevo, en una nueva personalidad, bien claro está que todos los seres humanos hemos de pasar por la misma experiencia de volver a encarnar de nuevo. El espíritu que anima nuestra materia en la vida presente ha vivido ya en otros cuerpos y animado otras muchas personalidades; por esto, negar la reencarnación o la vuelta a la vida en un nuevo cuerpo, sería negar la afirmación que sobre ello hace Jesús.

En las versiones actuales del Nuevo Testamento también se recoge el pasaje donde Jesús, después de la transfiguración en el Monte Tabor, bajaba con los tres apóstoles que le acompañaban y éstos le preguntaron: “Maestro, ¿cómo dicen los escribas que debe de venir primero Elías? A esto respondió Jesús: En efecto, Elías ha de venir y entonces restablecerá todas las cosas, pero yo os declaro que Elías ya vino y no le reconocieron, sino que hicieron de él cuanto quisieron.

Así harán ellos padecer al Hijo del Hombre. Entonces entendieron los discípulos que le había hablado de Juan el Bautista” (C. XVII, V. 10 al 13)

antonio156También en el Evangelio de Marcos reza así: “Y le preguntaron: ¿cómo dicen los fariseos y los escribas que ha de venir primero Elías? Y él les respondió: Elías realmente ha de venir y restablecerá todas las cosas y como está escrito, el Hijo del Hombre ha de padecer mucho y ser vilipendiado. Si bien digo que, Elías ha vuelto ya en la persona del Bautista y han hecho de él cuanto les plugo, según estaba escrito” (C. IX, V. 10 al 12).

Las Leyes Divinas que rigen la vida en sus diversos aspectos, son Leyes perfectas, como perfecto es Dios nuestro Padre, como Fuente inagotable de Energía de donde manan. Como Leyes Divinas y perfectas son inmutables porque si fuesen cambiables o moldeables a ciertas circunstancias ya no serían perfectas; por lo tanto, la Ley que permitió la vuelta a la carne a Elías, la Ley de la Reencarnación, es igual para todos, ya que de lo contrario sería presumible encerrar en una mente infantil el pensar que Dios, sabiduría y amor infinitos, justicia máxima y perfectas, hiciera preferencia entre sus hijos.

En algunos retazos de los Evangelios podemos observar, unida a ideas sobre la reencarnación, la idea del karma: el modo en que actúa en el ser la Ley de Causa y Efecto. Un ejemplo muy claro de ello lo tenemos en las palabras de Jesús hacia Pedro, cuando éste levantó su espada para atentar contra Marco en el Huerto de los Olivos: “Pedro, guarda tu espada porque el que a hierro mata a hierro ha de morir”. Por supuesto, no estamos ante una exposición amplia como en los textos sagrados orientales.

Fácil es de comprender también lo que el karma deparó a Elías casi mil años después, siendo Juan el Bautista. “Entonces les dijo Elías: prended a los profetas de Baal, y que no escape ninguno de ellos. Presos que fueron, los mandó llevar Elías al arroyo de Cison; y allí les hizo quitar la vida” (III Reyes, C. XVIII, V. 40). De vuelta a la carne en la persona del Bautista, él también tuvo el mismo fin, pues como es conocido fue mandado degollar por Herodes el Tetrarca, bajo la promesa que éste hiciera a Salomé a cambio de que bailara para él.

Y no debemos de pensar que la Ley del Karma se manifiesta como la conocida Ley del Talión, “ojo por ojo y diente por diente”; sino que en ocasiones suele ocurrir que el individuo ha de pasar por las mismas circunstancias que hizo pasar a otros, no tan sólo como saldo de la deuda pendiente, sino para aprender a valorar el mal causado a sus semejantes.

Os mando un fuerte abrazo, con mis mejores deseos de paz y serenidad.

                                             

                                                                                                                                        Antonio Hernández Lozano

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