Misterios Desvelados: La Reencarnación XXI

Muchas son las personas que siguen planteándose la siguiente pregunta: ¿Es posible que un espíritu pueda reencarnar en  el cuerpo de otra persona? La respuestas es contundente: no, no es posible, porque una vez  roto el cordón fluídico o de plata, que sujeta al espíritu a la materia que le perteneció, durante un periodo de tiempo más o menos largo, no hay ni una mínima probabilidad de que éste pueda retornar a su cuerpo, cuando menos a otro que jamás le perteneció.

Cuando se habla en las Escrituras del término “posesión”, tampoco se debe entender como que un espíritu se le haya metido en el cuerpo a una persona, como vulgarmente se piensa; ya que se debe de tener muy claro que un espíritu puede tener muchísimas materias, pero nunca una materia puede acoger a más de un espíritu, sino que en este caso el espíritu obsesor, el que posesiona a la persona, no está dentro de ella, sino que la abraza influenciando sus centros vitales, hasta hacerse con su plena voluntad.

Después de Jesús y sus apóstoles, el llamado apóstol de los gentiles, Pablo de Tarso, en sus Epístolas y Cartas se refiere con amplitud al concepto de la renovación del hombre a través del sacrificio de Jesús, así como a la resurrección de la carne en el tiempo final, idea que sostenían los fariseos y que llegó al cristianismo precisamente a través de Pablo. Pero existe un pasaje sumamente interesante (incluso Pablo describe lo que explica como un misterio) y que habla de la reencarnación.

En la primera Epístola a los Corintios, después de tratar acerca de la resurrección de la carne en el sentido literal, es decir, la resurrección de los muertos, dice: “Ahora bien, si se predica a Cristo como resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que alguno de vosotros anda diciendo, que no hay resurrección de muertos?” (1 Corintios C. 15 V. 12-29) Pablo entra en un terreno insospechado a partir del versículo 35. Empezando por desechar la idea de que se vuelve a la vida en el mismo cuerpo que se ha tenido. Veamos el pasaje:

antonio169 “Pero, ¿de qué manera resucitarán los muertos? Me dirá alguno: o ¿con qué cuerpo vendrán? ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida, si primero no muere. Y al sembrar, no siembras el cuerpo de la planta que ha de nacer después, sino el grano desnudo, por ejemplo de trigo, o de alguna otra especie. Sin embargo, Dios le da cuerpo según quiere: y a cada una de las semillas el cuerpo que es propio de ella” (1 Corintios C. 15, V. 35-38)

Pablo deja claro la no-creencia en la metempsicosis, sostenida por algunas religiones orientales. Pues el espíritu que tuvo un cuerpo humano no puede encarnar en otro cuerpo que no sea humano, reafirmando lo dicho por Jesús al respecto, como expuse anteriormente:

“No toda carne es la misma carne: sino que una es la carne de los hombres, otra la de las bestias, otra la de las aves y otra la de los peces. Hay así mismo cuerpos celestes y cuerpos terrestres: pero una es la hermosura de los celestes y otra la de los terrestres”.

Más adelante sigue diciendo: “digo esto, hermanos míos, porque la carne y la sangre no pueden poseer el Reino de Dios: ni la corrupción poseerá esta herencia incorruptible”.

A poco que seamos algo inquietos e indaguemos en los textos, siempre hay una pequeña luz que descubre el grano entre el montón de paja. En los siguientes versículos va clarificando que todos los hombres han de ser transformados y lo que en realidad resucita es el espíritu y no el cuerpo material.

Veremos en los versículos 51 y 52 la salvedad que Pablo hace entre los que duermen, los que mueren y los que son transformados. Hay teólogos que interpretan el dormir del que habla Pablo como la muerte; pero si así fuera, ¿por qué entonces dice Pablo que algunos no dormirán, incluyéndose él mismo?:

“He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.

Y acaba diciendo en el V. 55: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro tu victoria?”. De lo que se puede deducir que el dolor de la muerte es un mero trámite, ya que la vida es siempre presente en espíritu, sea éste, como expuse anteriormente, encarnado o desencarnado. Y la victoria sobre el sepulcro no es otra que el abandono del espíritu de su cuerpo material, ya que el cuerpo, “polvo es y al polvo ha de regresar”.

                              

Hasta la próxima semana, os mando un sincero abrazo.

                                                                                                    Antonio Hernández Lozano

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