Un dicho muy popular dice: “El hombre que no es agradecido, no es bien nacido”, y desgraciadamente este refrán, ha traspasado la tradicional lingüística popular, para llegar a ser un hecho de dimensiones considerables, y cada día va extendiéndose como un reguero de pólvora por nuestra solapada sociedad.
Un señor, en apariencia respetable, capaz de masacrar sádicamente a unos niños por las lacras viciosas y deleznables arrastradas por su espíritu ignorante, desde su ya pasado kármico, añadirá en la presente vida un fuerte eslabón más a saldar.
Una gran cantidad de animales, sobre todo perros, son abandonados por sus dueños junto a las carreteras, por que resultan molestos al llegar las vacaciones, o por haber crecido demasiado, y desatienden la responsabilidad que les compete cuando fueron adquiridos, rescindiendo el contrato de un falso cariño por la comodidad de unos días festivos.
El fracaso de aquellas mujeres, que desconociendo las lagrimas de dolor de una madre ante la pérdida de su hijo, son capaces de abortar o de tirarlo a un cubo de basura, por el resultado inconveniente y molesto de dejar el trabajo, unos buenos beneficios o para aquellas otras, al gritar “libertad”, creen adquirir con ello el derecho de asesinar a un ser vivo, tan digno como ellas lo puedan ser.
En estos casos vemos el desapego de unos seres humanos a la vida de su prójimo. ¿Y aún es capaz el hombre de culpar a Dios de sus desgracias? Quien sabe valorar la vida, es agradecido a Dios por tan maravillosa dádiva, y lo testimonia amando todo lo por El creado.
Es este un tiempo difícil y testimonial. Aquél que es capaz de acercarse desinteresadamente a compartir el dolor y la miseria de sus demás hermanos, está plenamente capacitado para disertar sobre el amor, la libertad, la tolerancia y la comprensión, que supone para el otro, obtener aquello de lo que carece. Porque de forma razonada, son los sentimientos los que amparan y promueven su fraterna entrega, que revaloriza con sus acciones.
Pero muchos son los demagogos que, en sus exitosas disertaciones, dicen y dicen y poco testimonian con su ejemplo. Ojala les llegue pronto la luz de su despertar interno y comprendan, que es más consecuente con la realidad actual y por su propia evolución espiritual, hacer más y decir menos. Por algo Jesús advirtió: “Por sus obras los conoceréis”.
El ser humano, siempre ha de perseverar en dejar una hermosa siembra antes de abandonar este mundo, que acreciente el valor de su espíritu, no sólo dejarse embargar por el efímero perfume de las palabras, ya que éstas, como vulgarmente se dice, se las suele llevar el viento.
Cualquier momento es bueno para interiorizar y hacer una profunda reflexión, en estos días donde la mayoría de los que nos rodean, se convulsionan fomentando la idolatría. Paz y amor, os deseo de corazón.
Antonio Hernández Lozano.