Misterios Desvelados: La Reencarnación XIII

Como vimos en el artículo anterior, el Taoísmo distingue la existencia de tres fuerzas, las dos primeras que se oponen entre sí, y al mismo tiempo se complementan: Yang (positivo masculino), Yin (negativo femenino). Mediante el enfrentamiento constante de estas dos fuerzas es como son creados todos los seres. Y la tercera y más importante el Tao, la naturaleza perfecta del proceso de la vida, ésta se expresa por medio de ciclos inexorables de ida y venida. Esta fuerza superior es la que estabiliza y complementa a las dos restantes.

La diferencia esencial que pueda existir entre la idea oriental y la occidental sobre la reencarnación, como apunté en el primer capítulo, salvando algunas excepciones, es la creencia de los primeros en la metempsicosis o transmigración de las almas hacia los reinos inferiores, animal y vegetal.

antonio132Pero lo curioso del caso es, como se ha podido comprobar, que esta creencia no sólo pertenece a Oriente, pues su fundamento también estaba implícito en la creencia de muchísimos pueblos diseminados por distintas partes de nuestro planeta, como Asia, África, América del Norte y del Sur, Australia, Indonesia etc.

Sir James George Frazer, en su libro “La creencia en la inmortalidad”, refleja fielmente la idea de la metempsicosis: “La doctrina de la transmigración o reencarnación del alma se encuentra en muchas tribus salvajes, y, por lo que nosotros conocemos sobre la materia, podemos conjeturar que en ciertas etapas de evolución social y mental la creencia en la metempsicosis fue más común y se ejercitó con una influencia más profunda en la vida e instituciones del hombre primitivo, que en las evidencias que hoy podamos tener sobre esta doctrina”.

Esta creencia no es más que una simple teoría o hipótesis que en ninguno de los casos puede ser real, ya que una vez superadas esas etapas por el ser espiritual, con el profundo esfuerzo que le supone, sería estúpido y sin lógica, tener que volver a reincidir en ellas de nuevo, pues no se puede ir avanzando y retrocediendo dentro de la escala evolutiva del ser. Es probable que en su comportamiento se estanque y detenga el progreso de su espíritu, pero de ahí a volver a encarnar en reinos inferiores es algo totalmente imposible.

Esta creencia pertenece al folclorismo del pueblo -Sócrates la defiende en uno de los diálogos platónicos-, a las leyendas y fábulas de las que ninguna religión se ha visto libre. Por ejemplo, los antiguos hindúes creían que las gentes carentes de virtudes reencarnarían en bestias. De hecho, las temibles leyes establecidas por un legendario legislador llamado Manú, declaraban que, todas aquellas personas que por su forma y comportamiento social vivían en la oscuridad y no cumplían con sus deberes, estaban destinados a renacer en forma animal.

Así decía a modo de ejemplo: “El ladrón de grano renacería en una rata, el de carne en un buitre, el de miel en un insecto”, etc.

Después los sacerdotes de Brahmin, encontraron en ello, igual que también hicieron las iglesias de occidente (especialmente la católica, con su particular infierno y castigo eterno, como pago a los indignos pecadores), el modo de amedrentar y asustar al pueblo ignorante para de esa forma hacerlo obediente y manipularlo a su antojo.

Los egipcios creían que tenían que emigrar durante un periodo de tres mil años de especie en especie antes de renacer con forma de seres humanos.

En Grecia, Pitágoras decía: “Tras la muerte, habiéndose liberado la mente racional de las cadenas del cuerpo, asume un vehículo etéreo e ingresa en la región de los difuntos, en la cual permanece hasta que se le envía de vuelta a este mundo para que habite en algún otro cuerpo humano o animal.

Como al final de cada artículo, os deseo que la luz llegue a vuestra mente, pero sobre todo a vuestro corazón.

                                               Antonio Hernández Lozano

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