Misterios Desvelados: La Reencarnación XVIII

Veamos otros pasajes de los Evangelios que dan pie a pensar en la creencia del propio Jesús y de sus apóstoles en la reencarnación: En el Evangelio de Juan (C: 3, V. 3 al 7) dice Jesús al doctor de la Ley y miembro del Sanedrín, Nicodemo de  Necópolis, tras haberle reconocido como enviado de Dios: “Pues en verdad, en verdad te digo, que quien no naciere de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo?, ¿puede acaso volver al seno de su madre para renacer? A lo que Jesús contestó: ¿Eres maestro en Israel y no sabes esto? En verdad, en verdad te digo, que quien no renaciere del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es: más lo que ha nacido del espíritu, es espíritu. Por tanto, no extrañes que te haya dicho: Os es preciso nacer otra vez”. A excepción de los saduceos, el pueblo hebreo creía generalmente en la vuelta a la carne, bajo la denominación de “resurrección en la carne”.

En otro pasaje de los Evangelios se expone lo siguiente: “Al llegar Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o alguno de los antiguos profetas” (Mateo, 16, 13-14. Marcos, 8, 27-28. Lucas 9, 18-19).

Al parecer los judíos en aquel tiempo admitían que los humanos tuvieran más de una existencia, ya que en el ejemplo expuesto del Evangelio se le considera a Jesús como la reencarnación de Juan, Elías, Jeremías o algún otro profeta ya muerto desde hacía mucho tiempo. No hay que olvidar que a pesar de ser un pueblo firme en sus creencias, las influencias orientales (India y Persia) son muy antiguas, además de las egipcias; culturas firmemente marcadas por la idea de la reencarnación y que sin duda, a través del comercio sobre todo, realizaron su influencia.

antonio162En el siguiente pasaje, sólo con detenerse a pensar un poco quizá el lector descubra de forma sutil una nueva situación en la cual la reencarnación se deja entrever. “Al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿qué pecados son la causa de que éste haya nacido ciego, los suyos o los de sus padres? (Juan, 9, 1-2). A esto respondió Jesús: ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifieste en él las obras de Dios”.

Si los discípulos del Maestro no hubiesen conocido la reencarnación, la pregunta parecería totalmente ilógica. Pues, ¿qué sentido tendría el que su ceguera fuese causa de sus pecados cuando éste ya hacía nacido invidente? Entonces cabría preguntarse, ¿dónde está la causa de su estado? Si el Maestro respondió “...Para que se manifiesten las obras de Dios”, ¿acaso no se manifiestan en toda la creación a través de sus sabias Leyes? Pues si el ciego ya lo era desde su nacimiento, lógicamente habría que buscar la causa de su pasado, en su vida o vidas anteriores desde las que arrastraba el karma por el dolor causado a otros y que vino a saldar en esa vida. Aquí se manifestó la Ley de Causa y Efecto, bajo la cual cada ser recoge el producto de sus siembras.

¿Por qué se sigue ocultando esta verdad? Pese a que en el tiempo se van cambiando palabras y frases de los textos, lo que a veces varía su significado -no quisiera pensar que intencionadamente-, el verdadero estudioso siempre encuentra la huella original de todo concepto o creencia.

Esto es algo sumamente importante, que el ser humano de nuestra sociedad actual debiera meditar, para que de forma razonada sacara su propia conclusión.

Que todo cuanto hemos avanzado en el camino espiritual, haga aflorar siempre, lo mejor de vosotros.

 

                                                        Antonio Hernández Lozano

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