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Misterios Desvelados: La Reencarnación XX

Igual que los seres humanos tenemos la necesidad de un vestido adecuado para cada época del año, dependiendo del país y de su peculiar climatología, usando muchos a lo largo de nuestra vida física; así mismo, hemos de pensar que al espíritu tampoco le basta con una sola materia para toda su existencia, teniendo en cuenta que es eterna, y más conociendo al ser humano, tan inmerso aún en el egoísmo, la soberbia, la falta de tolerancia, comprensión, caridad; carente de una gran capacidad de perdón y sobre todo de amor.

Por lo tanto, las materias en las que pueda habitar nuestro espíritu han sido y serán diversas, y tantas, como necesite para alcanzar su evolución; siendo más importante la calidad que la cantidad de existencias.

La Ley de la Reencarnación, como ya comenté, formaba parte del conocimiento del pueblo judío, con excepción de los saduceos que creían que tras la muerte todo acababa, era conocida bajo el término resurrección. Como se pudo comprobar también, dicha ley estaba reflejada en las propias enseñanzas que impartía Jesús. No olvidemos que éste fue iniciado en la comunidad hebrea de los Esenios, y en ellos se mantenía la creencia de que el ser humano podía vivir muchas vidas. Esta idea, sin duda, la recogieron de sus contactos con el espíritu, a través de la Cábala.

Una de las maneras de ocultar la Ley de la Reencarnación del espíritu, fue la de desviar la interpretación de numerosos pasajes de la antonio167Biblia que tratan de ello, al llamarlos con el término resurrección, como era conocida por los judíos, apareciendo así que éstos se referían a la resurrección del cuerpo de los muertos. Esto, amén del cambio de palabras y frases por otras, según el traductor y la intención, desterraron por completo el término reencarnación de sus textos sagrados.

Pero es el propio Jesús el que descarta tal interpretación materialista, y explica que la resurrección no es de la materia sino del espíritu. Y de ello quedó constancia en los Evangelios:

“Aquel mismo día vinieron los saduceos, que niegan la resurrección, a proponerle este caso: Maestro, Moisés ordenó que si alguno muriese sin hijos, el hermano se case con la mujer, para dar sucesión a su hermano. Es el caso que había entre nosotros siete hermanos. Casado el primero, vino a morir, y no teniendo sucesión, dejó su mujer a su hermano. Lo mismo acaeció al segundo, y al tercero, hasta el séptimo. Y después de todos ellos murió la mujer. Ahora pues, así que llegue la resurrección, ¿de cuál de los siete ha de ser mujer, supuesto que lo fue de todos?”

 “A lo que Jesús respondió: Muy errados andáis, por no entender las Escrituras y el poder de Dios. Porque después de la resurrección ni los hombres tomarán mujeres, ni las mujeres tomarán maridos, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”. (Mateo C: XX, V. 23, 30)

De todos es sabido que los llamados ángeles, ya son espíritus libres de la cadena de vidas sucesivas (que atan al ser humano a los mundos físicos en busca de su evolución), y que pertenecen a planos  muy elevados del Astral; por lo tanto, si como dice Jesús, tras la resurrección, tanto los hombres como las mujeres serán como los ángeles del cielo, bien claro está que la resurrección es para el espíritu y no para el cuerpo físico y mortal.

Y en los versículos siguientes (por si todavía hubiera duda) Jesús desestima por completo la grosera interpretación de la resurrección de los cadáveres, cuando afirma: “Más tocante a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído las palabras que Dios os tiene dichas: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Ahora pues, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”.

¿Pues no es eterno el espíritu? Por lo tanto, bien claro está que la muerte tan sólo le sobreviene a la materia temporal y no al espíritu, que sigue y seguirá por siempre vivo, bien se encuentre encarnado o desencarnado.

También en Mateo C. IX, V. 16 y 17, Jesús explica la razón por la cual un espíritu no vuelve a tomar un cuerpo material “ya usado”: “Nadie echa un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo: de otra suerte rasga lo nuevo parte de lo viejo, y se hace mayor la rotura. Ni tampoco echan vino nuevo en odres viejos; porque si esto se hace revienta el odre y el vino se derrama, y piérdense los cueros. Pero el vino nuevo hay que ponerlo en odres nuevos y así se conservará lo uno y lo otro”.

Bien aclarado queda por tanto que, cada espíritu que reencarna, recibe un cuerpo nuevo para cubrir una etapa más con la que alcanzar el progreso.

Os deseo que la paz inunde vuestro corazón                               

Antonio Hernández Lozano

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