Como decíamos la semana anterior, cuando el ser humano experimenta esa necesidad de progresar, desaparecen las dudas, los falsos y equivocados conceptos que tenía sobre las cosas, llamándolas por su verdadero nombre. Descubriendo positivamente, que es el perfeccionamiento moral, hacia lo trascendente y espiritual, el que le conduce sin vacilación, a elevarse por encima de su condición actual, material y humana. Por eso hay que tener presente que, la emancipación del espíritu, no proviene del pulimento que proporciona al ser humano, el barniz de las formas que le ofrece el mundo, ni el puesto que ocupe, ni los diplomas y condecoraciones, que pueda ganar dentro de la sociedad, sino por la incansable andadura y gran lucha a sostener con su propio ego, y así, conseguir el conocimiento suficiente que pueda alimentar y engrandecer a su espíritu. Jesús decía: “Pedid y se os dará, llamad y se os abrirá”.
Siempre pongo un ejemplo sencillo cuando trato el tema del Conocimiento Espiritual: “Si una persona desea desplazarse a un país extranjero, y cuenta con algunas nociones sobre el mismo (idioma, ciudades, un mapa de carreteras, etc.), siempre le será más fácil dar con lo que busca y entenderse con los nativos del lugar. De lo contrario, daría palos de ciego, incluso sufriría al no poder entenderse con ellos, siendo más costoso, además de la pérdida de tiempo, en localizar el lugar deseado. Aunque quizá a alguien se le ocurra decir que en la actualidad, con un buen GPS solucionaría la cuestión, yo le podría asegurar que tan solo le sería posible dar con el lugar, pero, y lo demás…
Por eso, es tan importante el Conocimiento Espiritual, porque enseña y encauza al hombre a comprender, cuanto hay establecido por Dios en sus Leyes Divinas, para toda la Creación. Siguiendo el camino trazado por Jesús -el Maestro de maestros-, que ha de alcanzar bajo sus enseñanzas, pues estas, son el martillo y el cincel idóneos, para tallar y pulir la joya de su espíritu (como podemos ver en la foto que acompaña el artículo, cada cual tiene que labrar su propio destino).
En respuesta a muchos que se preguntan si el destino se puede cambiar, le responderé que sí y que no. Sí, porque depende de la aceptación y actitud del propio individuo ante las circunstancias que le presente la vida, pues ante un mismo problema, hay quien lo aceptaría y lucharía por solventarlo de la mejor manera, mientras que otros se revelarían maldiciendo y haciendo todo lo contrario para mejorar la situación. No, a ciertas cosas establecidas antes de venir a la vida física y que formaría parte de los compromisos adquiridos en el Astral y del propio karma del individuo. Esto tiene mucho que ver con el tema que empezaremos a desarrollar en breve, y que iré ampliando para dejar cada cosa en su sitio.
Una de las Leyes Divinas es la del Libre Albedrío, bajo su tutoría y con plena libertad, el ser humano hace y deshace a su antojo, para bien o para mal, pero es importante que sepa que, como fruto de sus siembras, nunca podrá cosechar nada que antes el mismo no haya sembrado.
Esta ley se complementa con la de Acción y Reacción o de Causa y Efecto, bajo la cual, obras y acciones, de todos los seres humanos, quedan reflejadas y tasadas, por los Mentores del Karma, configurando así el destino para una próxima vida en la carne.
Pues hemos de saber, que ocurre todo lo contrario de lo que dice la canción de las Azúcar Moreno: “Solo se vive una vez”. Son muchas las vidas físicas a la que accede el espíritu, tantas, como lecciones debe de aprender en este taller- escuela, que es nuestro Planeta Tierra.
Hasta el próximo encuentro, os mando un sincero y cordial abrazo.
Antonio Hernández.
Viene a mi memoria un pequeño cuento de Anthony de Mello que da relieve a cuanto exponía en mi anterior artículo: “En un país de fantasía hubo hace mucho tiempo una muñeca que era de sal, y en su ansia por conocer todo cuanto le rodeaba, no desperdicio ocasión en su búsqueda, para enriquecerse y formarse, haciendo de cada grano de sal que la componía, un pequeño archivo muy valioso para ella, ya que dentro de su mundo de fantasía, siempre había deseado aprender y aprender, para aspirar a un puesto mejor. Pero el caso era que, todo cuanto encontraba nunca le terminaba de satisfacer, ya que el conocimiento que adquiría, tan solo versaba en lo que le proporcionaba el mundo exterior, pero nada llegaba a ella que le hiciese interiorizar y conocerse en sí tal cual era. Por eso, con bastante preocupación siempre se preguntaba: “¿Quién soy yo?, ¿quién soy yo?”.
Un día, decidió hacer un viaje, con la intención de conocer algo de lo que mucho le habían hablado, y que cada vez que le contaban de él, en su interior se producía una gran sensación de bienestar. Por fin se decidió y el viaje la condujo hasta el mar. ¡Oh!, que cosa tan inmensa –pensó- y que paz le producía al contemplarlo; era algo tan especial que no se pudo resistir y se atrevió a preguntar: “¿Quién eres tú? Y el mar, con una amplia sonrisa le contestó: “Por qué no entras en mi y lo compruebas por ti misma”. Y la muñeca se fue metiendo en el mar y, a medida que se adentraba en él se iba disolviendo… Cuando apenas quedaba un trocito de ella, la muñeca exclamó feliz: “¡Ahora ya sé quién soy!”
Y es que el ser humano, cuando lo tiene todo a su alcance y procura vivir bajo las hermosas Leyes de Dios, trata de seguir las pautas efectivas en su regeneración progresiva, porque siempre hay quién le grite en su interior, ese inconformismo por las cosas que -si de momento le pueden llenar-, son efímeras y caducas, necesitando sentirse plenamente realizado, y eso, tan solo se consigue cuando se conoce a Dios, su amor y su misericordia. Tan solo el ser humano tiene capacidad de sentir en su interior, la más hermosa explosión de felicidad, cuando ese encuentro se realiza plenamente, y esa plenitud se alcanza, cuando se efectúa la fusión de nuestra alma en su Energía Creadora.
Seamos conscientes como la “muñeca de sal”, y aunque nos enriquezcamos con lo necesario para nuestra existencia progresista en este mundo-escuela, sintamos siempre y por encima de todo, las ansias por el verdadero y auténtico conocimiento, que es el que encamina a nuestro espíritu a alcanzar la sabiduría divina, sabiendo y sintiendo lo que somos realmente: “Espíritus en progreso, por tanto, hijos de Dios. No os quepa ninguna duda.
Como vemos, el conocimiento del ser humano sobre el Mundo Espiritual, le hace despertar la conciencia y poner de relieve, todo cuanto ha aprendido en el largo transcurso de sus vidas físicas. Pues la aceptación siempre supera y sensibiliza a las personas, haciendo que sus pensamientos y sentimientos, se solidaricen fraternalmente con el dolor y las pruebas que padecen sus demás hermanos, paliando de esa forma las propias. Cuantas veces se presentan situaciones que nos preocupan y angustian y, cuando pasa un tiempo, sin saber cómo, ese problema desaparece, dejando en nuestro espíritu una gran sensación de liviandad.
Seguiremos con el tema la próxima semana, mientras tanto os mando un sincero y cordial abrazo.
Antonio Hernández
Estamos hablando de la gran importancia que supone para el ser humano el Conocimiento Espiritual. Si nos lo planteamos como el alpinista que quiere escalar una montaña, nos daremos cuenta que, mientras permanecemos en la base de la misma, nuestra visión estará limitada, y solo podremos contemplar los árboles inmediatos a nosotros, pero conforme iniciamos la ascensión hacia su cima, a cada paso que demos, el paisaje irá cambiando y ampliándose ante nosotros, comprobando que en el valle no solo estaban los árboles, sino que existen varios caminos y veredas, que llevan a distintos lugares del mismo; incluso podremos apreciar el hermoso río que lo surca, comprobando lo diferente que es el conjunto a cuando le veíamos desde abajo. Este sería el premio por haber coronado -tras la escalada- la cima de la montaña.
Eso mismo es lo que experimenta nuestro espíritu, cuando va adquiriendo ese conocimiento tan necesario para su propia regeneración. Es cierto que a veces se nos puede hacer cuesta arriba, por la manera de ser y pensar, que hayamos tenido hasta el momento del descubrimiento, pero poco a poco se irá iluminando nuestra mente y nuestro corazón, para dar cabida a cuanto nos trae esa nueva y rica experiencia, y así evitar, lo que mi querido y sabio amigo Sebastián de Arauco advertía: “La salud del cuerpo, es sin duda, el resultado de una mente y alma sanas, y estas, se enferman con los malos pensamientos, sentimientos ruines y malos deseos, que conducen a malas actuaciones, generando desarmonía mental-emocional que altera el funcionamiento del organismo físico, perjudicando la salud.
Dicen que: “el que algo quiere algo le cuesta”, y cierto es, si somos capaces de cualquier sacrificio por alcanzar bienes materiales, que a fin de cuentas son perecederos, cómo no vamos a ser capaces de sacrificarnos por adquirir el hermoso pasaporte que nos dé acceso al “Reino Prometido”, cuando además, nos hace la vida más armónica y feliz. Este sería el premio alcanzado por el ser humano, al coronar con éxito la cima de dicho conocimiento.
Jesús, el sublime Maestro, nos advirtió de ello, cuando dijo: “No acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre destruyen, y donde los ladrones penetran y roban…” (Mateo 6-19).
Por mucho que nos distraigan los oropeles del mundo físico, por más que reneguemos de nuestras frustraciones y amarguras, intentado evadirnos de nuestra responsabilidad, y pese a que el ser humano, es el único animal que suele tropezar más veces con la misma piedra, es desde ahí, de nuestras caídas y errores, de donde surge el ansia por cambiar nuestra vida; es entonces, cuando nuestro ser interno porracea la puerta del destino buscando un cambio, y ese cambio, nos lo proporcionará la Ley Divina, poniéndonos -antes o después-, en el camino del proceso de regeneración de nuestro espíritu, a través del Conocimiento Espiritual.
Dicen que: “de los cobardes nunca se ha escrito nada”, y nada es lo que tenemos que perder por intentarlo, al contrario, tenemos mucho que ganar, pues como el alpinista, iremos descubriendo de lo que somos capaces, apenas comencemos a cubrir -pese la empinada cuesta- las etapas de cuanto nos puede ofrecer, para nuestro propio bienestar, el Conocimiento Espiritual.
De esta manera sencilla y clara, me gustaría llegar a todos vosotros, siempre con la intención de poner una semillita en vuestro corazón, que regada con el agua de la esperanza, florezca en vuestras vidas.
De ello seguiremos hablando la próxima semana, mientras tanto os mando un fuerte y sincero abrazo.
Antonio Hernández.
Espero que os guste el titulo de esta sección, ya que durante muchísimo tiempo, todo lo que olía a cuantos temas vamos a ir desgranando, semana tras semana, se le ha llamado “Ocultismo”. Gracias Dios y, para beneficio del propio ser humano, en el tiempo, se ha ido rasgando el velo, y cada día están más a la luz, para cuantos se interesen por ellos. Es cierto el refrán que dice: “no hay más ciego que el que no quiere ver, ni más sordo que el que no quiere oír”, pues de hecho, siempre han estado a mano del inquieto investigador, pero al igual que no toda la fruta madura al mismo tiempo, al ser humano le ocurre igual, y no se le puede forzar a comulgar, con lo que él cree que puedan ser “ruedas de molino”, sino que hay que aguardar a que madure -como la fruta-, pues entonces será su propio espíritu, el que le reclame el alimento que necesita.
Desde siempre, la mayoría de los seres humanos, se han quejado de que en nuestro mundo, las cosas no están bien hechas, funcionando de cualquier manera; falta organización en todos los niveles: sociales, políticos religiosos, etc., pretendiendo buscar la solución más fácil y rápida -pero de paso-, que los comprometa e involucre lo menos posible, en los problemas que se les presentan en la propia vida que disfrutan. Sin embargo, no se han planteado que quizá, ese desorden y desequilibrio, se deba a su gran ignorancia e irresponsabilidad como individuos. Así, como los efectos dolorosos que sufren y padecen, lógicamente se deben a las causas provocadas por ellos mismos, ya que suelen sembrar inconscientemente, lo que después no quieren recolectar. Al mantener esa actitud, estos se erigen jueces de cuanto no les gusta o interesa, pero sin embargo, no se preocupan -haciendo caso omiso- por conocer las leyes que fueron establecidas por Dios, que rigen y establecen el amor, el orden y el equilibrio en toda su Creación, denotando ciertas huellas de su primitivismo ancestral, cuando levantando la vista al cielo recriminan furiosos, reclamando a Dios constantemente: “¿qué te he hecho yo para que me mandes esto?”. Y no ven, porque el velo que envuelve a su espíritu está tejido por la ignorancia, que arrastra de siglos y de vidas pasadas; hasta que un día, el sol del Conocimiento Espiritual despierte su entendimiento, activando el motivo y el deseo de progreso, como vía fundamental, en la propia evolución de su espíritu.
Ante el desconocimiento de las Leyes Divinas y debido al materialismo efímero que les sirve este caótico mundo, el ser humano, lo pasa todo por el mismo tamiz, limitando el contexto de cuanto le ocurre (pruebas, problemas, dolores, enfermedades, etc.), a los años que le pueda suponer una vida física, negando la existencia de otras vidas anteriores, así como la supervivencia del espíritu a la muerte, de la que piensan que tras ella, se acaba todo definitivamente. No es de extrañar que se vean continuamente perturbados y envueltos en depresiones, que les hagan perder todo estímulo de lucha y superación. Dando opción -ante su abandono y dejadez-, a una firme propuesta de suicidio, dejándose arrastrar hasta el límite, por su apatía e ignorancia, ya que desconocen las consecuencias en las que se verá sometido su espíritu.
Por eso es de suma importancia el Conocimiento Espiritual, y sobre todo, el conocerse así mismo, ya que es parte primordial en ese proceso evolutivo, que día tras día lleva al ser humano a crecerse, emancipándose de las inmundicias que ocasiona el apego material, a lo absurdo y grosero.
De ello seguiremos hablando la próxima semana, mientras tanto, os mando un sincero y cordial abrazo.