Viene a mi memoria un pequeño cuento de Anthony de Mello que da relieve a cuanto exponía en mi anterior artículo: “En un país de fantasía hubo hace mucho tiempo una muñeca que era de sal, y en su ansia por conocer todo cuanto le rodeaba, no desperdicio ocasión en su búsqueda, para enriquecerse y formarse, haciendo de cada grano de sal que la componía, un pequeño archivo muy valioso para ella, ya que dentro de su mundo de fantasía, siempre había deseado aprender y aprender, para aspirar a un puesto mejor. Pero el caso era que, todo cuanto encontraba nunca le terminaba de satisfacer, ya que el conocimiento que adquiría, tan solo versaba en lo que le proporcionaba el mundo exterior, pero nada llegaba a ella que le hiciese interiorizar y conocerse en sí tal cual era. Por eso, con bastante preocupación siempre se preguntaba: “¿Quién soy yo?, ¿quién soy yo?”.
Un día, decidió hacer un viaje, con la intención de conocer algo de lo que mucho le habían hablado, y que cada vez que le contaban de él, en su interior se producía una gran sensación de bienestar. Por fin se decidió y el viaje la condujo hasta el mar. ¡Oh!, que cosa tan inmensa –pensó- y que paz le producía al contemplarlo; era algo tan especial que no se pudo resistir y se atrevió a preguntar: “¿Quién eres tú? Y el mar, con una amplia sonrisa le contestó: “Por qué no entras en mi y lo compruebas por ti misma”. Y la muñeca se fue metiendo en el mar y, a medida que se adentraba en él se iba disolviendo… Cuando apenas quedaba un trocito de ella, la muñeca exclamó feliz: “¡Ahora ya sé quién soy!”
Y es que el ser humano, cuando lo tiene todo a su alcance y procura vivir bajo las hermosas Leyes de Dios, trata de seguir las pautas efectivas en su regeneración progresiva, porque siempre hay quién le grite en su interior, ese inconformismo por las cosas que -si de momento le pueden llenar-, son efímeras y caducas, necesitando sentirse plenamente realizado, y eso, tan solo se consigue cuando se conoce a Dios, su amor y su misericordia. Tan solo el ser humano tiene capacidad de sentir en su interior, la más hermosa explosión de felicidad, cuando ese encuentro se realiza plenamente, y esa plenitud se alcanza, cuando se efectúa la fusión de nuestra alma en su Energía Creadora.
Seamos conscientes como la “muñeca de sal”, y aunque nos enriquezcamos con lo necesario para nuestra existencia progresista en este mundo-escuela, sintamos siempre y por encima de todo, las ansias por el verdadero y auténtico conocimiento, que es el que encamina a nuestro espíritu a alcanzar la sabiduría divina, sabiendo y sintiendo lo que somos realmente: “Espíritus en progreso, por tanto, hijos de Dios. No os quepa ninguna duda.
Como vemos, el conocimiento del ser humano sobre el Mundo Espiritual, le hace despertar la conciencia y poner de relieve, todo cuanto ha aprendido en el largo transcurso de sus vidas físicas. Pues la aceptación siempre supera y sensibiliza a las personas, haciendo que sus pensamientos y sentimientos, se solidaricen fraternalmente con el dolor y las pruebas que padecen sus demás hermanos, paliando de esa forma las propias. Cuantas veces se presentan situaciones que nos preocupan y angustian y, cuando pasa un tiempo, sin saber cómo, ese problema desaparece, dejando en nuestro espíritu una gran sensación de liviandad.
Seguiremos con el tema la próxima semana, mientras tanto os mando un sincero y cordial abrazo.
Antonio Hernández