Misterios Desvelados: La Reencarnación IX

El descubrimiento, comprensión y aceptación de algo tan esencial en la vida de todo ser humano como es la reencarnación, demuestra palpablemente que, en los distintos grados de evolución, se encuentra la razón del porqué de todas las desigualdades humanas, ya que somos fruto de nuestras anteriores siembras y el libre albedrío rige todos y cualquiera de nuestros actos, para bien o para mal. Quedando así el peso del destino en las manos del propio ser humano y no en Dios o en los caprichos del azar.

No es de extrañar, si se vive sumergido en la ignorancia, apegado a las cosas materiales y efímeras,  que la vida les antonio106parezca larga y pesada, pues tan sólo buscan en ella la propia satisfacción egoísta del día a día, a veces tan difícil de conseguir, sin preocuparse en absoluto por el mañana que ha de vivir su espíritu, ni por el pobre o total desconocimiento que sobre él tienen.

Retomando la ruta de nuestra historia, veréis que la reencarnación estaba asentada, desde los albores de las civilizaciones más antiguas, en la esencia de sus creencias, como algo de lo más normal y cotidiano, aunque cada una de ellas dejó marcada en esa esencia su sello personal, permaneciendo fija la idea de que tras la muerte física, la parte espiritual seguía existiendo para animar otros cuerpos en nuevas vidas humanas.

Tanto en el pueblo caldeo como en el persa existieron unos personajes muy importantes, que ellos consideraban como maestros y que recibían el nombre de Magos por su gran experiencia y sabiduría sobre el mundo oculto. Entre los muchos conocimientos que transmitían a sus fervientes seguidores se encontraba la firme creencia en la ley de los renacimientos, considerada como una verdad fundamental en la que sostenían que el alma era un ser espiritual bastante complejo y que pasaba por toda una serie de experiencias terrestres, así como en otros mundos, hasta alcanzar tal grado de pureza que quedaba relegada la necesidad de nuevas encarnaciones.

La reencarnación en Egipto

 Los egipcios ya enseñaban la reencarnación tres mil años antes de Cristo. El historiador griego Herodoto (siglo V antes de Cristo) afirmaba que los egipcios fueron los primeros reencarnacionistas, y numerosos textos antiguos han demostrado que entre ellos, esta creencia resultaba sumamente corriente y familiar, como lo expone el siguiente párrafo interpretado por Marius Fontaine: “Antes de nacer, el niño ha vivido ya, y la muerte no termina en la nada. La vida es un devenir que transcurre semejante a un día de sol, que recomenzará”.

El gran iniciado Hermes Trismegisto (2670 a de C.) del que se sabe muy poco de su biografía y al que se le atribuyen varias obras  entre ellas El Kibalion, La tabla de esmeralda y 42 tratados: una colección de diálogos agrupados con el nombre de Corpus Hermeticun, el Discurso perfecto, conservado en traducción latina con el nombre de Asclepios o Esculapio -donde se decía que las almas bajas y malas, permanecen encadenadas a la tierra por múltiples renacimientos, pero las almas virtuosas, suben volando hacia las esferas superiores.

Así se expresa en el diálogo mantenido con Asclepios, referente a las recompensas y castigos que recibirán los hombres según su actuación: “Tal es, en efecto, la recompensa que aguarda a los que llevan una vida de piedad para con Dios y de atento cuidado del mundo. En cambio los que hayan vivido en el mal y la impiedad, aparte de ver que se les niega el retorno al cielo, son condenados a pasar a cuerpos de otra especie en virtud de una migración vergonzosa, indigna de la santidad del espíritu”.

 Hasta la próxima entrega, os abrazo con el corazón.

                                                Antonio Hernández Lozano

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