Paso a paso el ser humano, conforme avanza por la vida, va descubriendo todo aquello que de alguna forma interviene en la construcción de su propio destino.

Sobre todo el conocimiento espiritual, por el que despertar y poner de relieve cuantos ricos elementos anidan en su interior, haciendo desperezar a su espíritu del letargo de siglos de ignorancia para afinarle a las Leyes del Creador, cuya tutela, sin duda, le ha de proporcionar la esperanza y la seguridad de conducirse correctamente, dentro de lo establecido, hasta que llegue el día de volver a dejar su cuerpo y sonría feliz, por haber alcanzado un peldaño más en su siempre constante evolución. Un progreso que se continúa también como habitantes de los mundos espirituales en las regiones de la luz.

La reencarnación, además de formar parte de la creencia y enseñanza que impartían los esenios, como ya vimos, era aceptada en otros grupos contemporáneos, quizá menos conocidos y numerosos, como los jainas, de los que se tiene constancia de su existencia hacia la mitad del siglo VI antes de Cristo, y en cuya doctrina, se hallaba desde el principio, instalada la idea de la reencarnación, ya que por ésta afirmaban que, todo cuanto existe en el mundo está en una continua evolución. Buscaban la perfección del alma a través de un conocimiento y una conducta intachables, sometiéndose para ello a unas duras exigencias rituales, a fin de limpiarse de lo negativo que les pudiera aportar cada acto que realizaban, purificándose a base de baños y largos rezos.

antonio170Los jainas respetaban sobre todo la vida ajena, no sólo la de los seres humanos, sino la de todo insecto o animal; siendo, por lo tanto, su alimentación completamente vegetariana. Al igual que en el hinduismo, su creencia en la reencarnación de la parte espiritual de todos los seres vivos, abarcaba a humanos y animales; o sea, que aceptaban la metempsicosis.

En su día a día, estos solían apartarse de la vida cotidiana por no incurrir en nada que incrementase su karma, y tras una larga lista de renuncias, en su extremismo, eran capaces, por alcanzar más prontamente la espiritualidad, de dejarse morir por mantener un ayuno absoluto. Pues su meta era alcanzar la llamada Cúpula del mundo, donde según ellos ya residían las almas que son perfectas.

Aparte de las referencias que he comentado en capítulos anteriores sobre el Antiguo Testamento, veremos también otras pequeñas pinceladas sacadas de las obras más emblemáticas y respetadas que tienen los judíos, como son el Zohar y el Talmud.

El Zohar, es una obra tan importante, que es considerada por los judíos como un dogma de suma autoridad. En II, 199 b., se lee: “Toda alma está sujeta a las evoluciones. Los seres humanos ignoran la manera en que se les juzgó cada vez”. Esto significa que durante sus evoluciones se pierde por completo la noción sobre las acciones por las que fueron juzgados.

“Si el alma es pura, obtendrá el favor (...) pero si ha sido contaminada, deberá peregrinar por un tiempo en el dolor y en la desesperación (...) hasta el día de su purificación”. Cabría preguntarse: si como dicen, el alma es pura y proviene directamente de Dios, ¿cómo puede ser contaminada? ¿Dónde debe de espiar sus culpas si no es en este mundo hasta que se purifique? Según explican los rabinos, el alma descendía en sus peregrinaciones desde el paraíso a través de muchas evoluciones o nacimientos, hasta que reconquistaran la pureza.

En el Talmud también se puede comprobar que la reencarnación aparece muy a menudo en sus páginas, bajo el  nombre de Din Gilgol Neshomes, que significa “el juicio de las evoluciones de las almas”.

Manassa, uno de los rabinos más tenidos en cuenta y respetados de Israel, en su libro Nishmath Hayem, se puede encontrar el siguiente comentario: “La creencia, o la doctrina de la transmigración de las almas, es un dogma establecido e infalible que el conjunto de nuestra iglesia acepta unánimemente, por lo tanto no existe nadie que ose negarlo (...). En realidad, en Israel hay muchos sabios que siguen firmemente ésta doctrina, convirtiéndola entonces en un dogma, un punto fundamental de nuestra religión. Desde luego, es nuestro deber obedecer y aceptar este dogma con aclamación (...) en cuanto al Zohar y todo libro cabalístico, han inequívocamente demostrado que es verdadera”.

Conforme vamos avanzando y ampliando el conocimiento sobre la reencarnación, cuya aceptación considero vital para todo ser humano, comprobamos que en sí la idea no es tan descabellada, como aún sostienen y pretenden algunos teólogos recalcitrantes, sino que es una auténtica llamada a la esperanza, donde cada ser humano descubre que tras el dolor de la equivocación, existe una oportunidad, o varias, según el caso, de saldarla.

                                              

Hasta una nueva entrega os deseo  paz y amor.

 

                                                  Antonio Hernández Lozano

Muchas son las personas que siguen planteándose la siguiente pregunta: ¿Es posible que un espíritu pueda reencarnar en  el cuerpo de otra persona? La respuestas es contundente: no, no es posible, porque una vez  roto el cordón fluídico o de plata, que sujeta al espíritu a la materia que le perteneció, durante un periodo de tiempo más o menos largo, no hay ni una mínima probabilidad de que éste pueda retornar a su cuerpo, cuando menos a otro que jamás le perteneció.

Cuando se habla en las Escrituras del término “posesión”, tampoco se debe entender como que un espíritu se le haya metido en el cuerpo a una persona, como vulgarmente se piensa; ya que se debe de tener muy claro que un espíritu puede tener muchísimas materias, pero nunca una materia puede acoger a más de un espíritu, sino que en este caso el espíritu obsesor, el que posesiona a la persona, no está dentro de ella, sino que la abraza influenciando sus centros vitales, hasta hacerse con su plena voluntad.

Después de Jesús y sus apóstoles, el llamado apóstol de los gentiles, Pablo de Tarso, en sus Epístolas y Cartas se refiere con amplitud al concepto de la renovación del hombre a través del sacrificio de Jesús, así como a la resurrección de la carne en el tiempo final, idea que sostenían los fariseos y que llegó al cristianismo precisamente a través de Pablo. Pero existe un pasaje sumamente interesante (incluso Pablo describe lo que explica como un misterio) y que habla de la reencarnación.

En la primera Epístola a los Corintios, después de tratar acerca de la resurrección de la carne en el sentido literal, es decir, la resurrección de los muertos, dice: “Ahora bien, si se predica a Cristo como resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que alguno de vosotros anda diciendo, que no hay resurrección de muertos?” (1 Corintios C. 15 V. 12-29) Pablo entra en un terreno insospechado a partir del versículo 35. Empezando por desechar la idea de que se vuelve a la vida en el mismo cuerpo que se ha tenido. Veamos el pasaje:

antonio169 “Pero, ¿de qué manera resucitarán los muertos? Me dirá alguno: o ¿con qué cuerpo vendrán? ¡Necio! Lo que tú siembras no recibe vida, si primero no muere. Y al sembrar, no siembras el cuerpo de la planta que ha de nacer después, sino el grano desnudo, por ejemplo de trigo, o de alguna otra especie. Sin embargo, Dios le da cuerpo según quiere: y a cada una de las semillas el cuerpo que es propio de ella” (1 Corintios C. 15, V. 35-38)

Pablo deja claro la no-creencia en la metempsicosis, sostenida por algunas religiones orientales. Pues el espíritu que tuvo un cuerpo humano no puede encarnar en otro cuerpo que no sea humano, reafirmando lo dicho por Jesús al respecto, como expuse anteriormente:

“No toda carne es la misma carne: sino que una es la carne de los hombres, otra la de las bestias, otra la de las aves y otra la de los peces. Hay así mismo cuerpos celestes y cuerpos terrestres: pero una es la hermosura de los celestes y otra la de los terrestres”.

Más adelante sigue diciendo: “digo esto, hermanos míos, porque la carne y la sangre no pueden poseer el Reino de Dios: ni la corrupción poseerá esta herencia incorruptible”.

A poco que seamos algo inquietos e indaguemos en los textos, siempre hay una pequeña luz que descubre el grano entre el montón de paja. En los siguientes versículos va clarificando que todos los hombres han de ser transformados y lo que en realidad resucita es el espíritu y no el cuerpo material.

Veremos en los versículos 51 y 52 la salvedad que Pablo hace entre los que duermen, los que mueren y los que son transformados. Hay teólogos que interpretan el dormir del que habla Pablo como la muerte; pero si así fuera, ¿por qué entonces dice Pablo que algunos no dormirán, incluyéndose él mismo?:

“He aquí, os digo un misterio: no todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados”.

Y acaba diciendo en el V. 55: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro tu victoria?”. De lo que se puede deducir que el dolor de la muerte es un mero trámite, ya que la vida es siempre presente en espíritu, sea éste, como expuse anteriormente, encarnado o desencarnado. Y la victoria sobre el sepulcro no es otra que el abandono del espíritu de su cuerpo material, ya que el cuerpo, “polvo es y al polvo ha de regresar”.

                              

Hasta la próxima semana, os mando un sincero abrazo.

                                                                                                    Antonio Hernández Lozano

Igual que los seres humanos tenemos la necesidad de un vestido adecuado para cada época del año, dependiendo del país y de su peculiar climatología, usando muchos a lo largo de nuestra vida física; así mismo, hemos de pensar que al espíritu tampoco le basta con una sola materia para toda su existencia, teniendo en cuenta que es eterna, y más conociendo al ser humano, tan inmerso aún en el egoísmo, la soberbia, la falta de tolerancia, comprensión, caridad; carente de una gran capacidad de perdón y sobre todo de amor.

Por lo tanto, las materias en las que pueda habitar nuestro espíritu han sido y serán diversas, y tantas, como necesite para alcanzar su evolución; siendo más importante la calidad que la cantidad de existencias.

La Ley de la Reencarnación, como ya comenté, formaba parte del conocimiento del pueblo judío, con excepción de los saduceos que creían que tras la muerte todo acababa, era conocida bajo el término resurrección. Como se pudo comprobar también, dicha ley estaba reflejada en las propias enseñanzas que impartía Jesús. No olvidemos que éste fue iniciado en la comunidad hebrea de los Esenios, y en ellos se mantenía la creencia de que el ser humano podía vivir muchas vidas. Esta idea, sin duda, la recogieron de sus contactos con el espíritu, a través de la Cábala.

Una de las maneras de ocultar la Ley de la Reencarnación del espíritu, fue la de desviar la interpretación de numerosos pasajes de la antonio167Biblia que tratan de ello, al llamarlos con el término resurrección, como era conocida por los judíos, apareciendo así que éstos se referían a la resurrección del cuerpo de los muertos. Esto, amén del cambio de palabras y frases por otras, según el traductor y la intención, desterraron por completo el término reencarnación de sus textos sagrados.

Pero es el propio Jesús el que descarta tal interpretación materialista, y explica que la resurrección no es de la materia sino del espíritu. Y de ello quedó constancia en los Evangelios:

“Aquel mismo día vinieron los saduceos, que niegan la resurrección, a proponerle este caso: Maestro, Moisés ordenó que si alguno muriese sin hijos, el hermano se case con la mujer, para dar sucesión a su hermano. Es el caso que había entre nosotros siete hermanos. Casado el primero, vino a morir, y no teniendo sucesión, dejó su mujer a su hermano. Lo mismo acaeció al segundo, y al tercero, hasta el séptimo. Y después de todos ellos murió la mujer. Ahora pues, así que llegue la resurrección, ¿de cuál de los siete ha de ser mujer, supuesto que lo fue de todos?”

 “A lo que Jesús respondió: Muy errados andáis, por no entender las Escrituras y el poder de Dios. Porque después de la resurrección ni los hombres tomarán mujeres, ni las mujeres tomarán maridos, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo”. (Mateo C: XX, V. 23, 30)

De todos es sabido que los llamados ángeles, ya son espíritus libres de la cadena de vidas sucesivas (que atan al ser humano a los mundos físicos en busca de su evolución), y que pertenecen a planos  muy elevados del Astral; por lo tanto, si como dice Jesús, tras la resurrección, tanto los hombres como las mujeres serán como los ángeles del cielo, bien claro está que la resurrección es para el espíritu y no para el cuerpo físico y mortal.

Y en los versículos siguientes (por si todavía hubiera duda) Jesús desestima por completo la grosera interpretación de la resurrección de los cadáveres, cuando afirma: “Más tocante a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído las palabras que Dios os tiene dichas: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Ahora pues, Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”.

¿Pues no es eterno el espíritu? Por lo tanto, bien claro está que la muerte tan sólo le sobreviene a la materia temporal y no al espíritu, que sigue y seguirá por siempre vivo, bien se encuentre encarnado o desencarnado.

También en Mateo C. IX, V. 16 y 17, Jesús explica la razón por la cual un espíritu no vuelve a tomar un cuerpo material “ya usado”: “Nadie echa un remiendo de paño nuevo a un vestido viejo: de otra suerte rasga lo nuevo parte de lo viejo, y se hace mayor la rotura. Ni tampoco echan vino nuevo en odres viejos; porque si esto se hace revienta el odre y el vino se derrama, y piérdense los cueros. Pero el vino nuevo hay que ponerlo en odres nuevos y así se conservará lo uno y lo otro”.

Bien aclarado queda por tanto que, cada espíritu que reencarna, recibe un cuerpo nuevo para cubrir una etapa más con la que alcanzar el progreso.

Os deseo que la paz inunde vuestro corazón                               

Antonio Hernández Lozano

El ser humano, aunque hubiera perdido la fe en la religión que profesaba, se reafirmara solamente en la existencia física y en que todo termina tras la muerte, insisto, le sería muy útil pensar  en algo tan racional como lo que veremos a continuación.

A poco que nos fijemos nos daremos cuenta de que el cuerpo de una persona muerta es el mismo que cuando estaba viva a  diferencia de que no tiene movimiento, le falta la vida. Sin embargo, ese cuerpo tiene todos sus órganos correspondientes (cerebro, corazón, etc.), por lo que podríamos preguntar ¿qué es la vida?, ¿qué es lo que ha tenido a ese cuerpo en movimiento? Y probablemente se contesten que es una fuerza biológica natural y que de repente ha cesado, cuando tiene en sí todas las partes que conforman sus miembros, así como las sustancias orgánicas como la sangre. Ahí está la incógnita de la cuestión que tratamos.

Si consideramos la fuerza producida por el funcionamiento de nuestra máquina biológica como la auténtica animadora del cuerpo físico y la llamamos espíritu, considerando que la muerte se produce con el abandono de esa fuerza del cuerpo, nos resultará bastante más fácil comprender todo esto.

El cuerpo físico se va descomponiendo, empieza a desintegrarse y todas las moléculas de las que está formado pasan a ser parte deantonio164 otros cuerpos, de otros organismos; cumpliendo el principio de que todo se transforma y nada se destruye.

Creer en que nuestra identidad sigue existiendo tras la muerte no es solo una necesidad fisiológica, sino que es un principio filosófico que nace del razonamiento fundado cuando se analizan muchos sucesos y experiencias al borde de la muerte, o testimonios de quienes recuerdan su vida anterior.

La ciencia se va aproximando lenta pero segura, a confirmar ese principio que se encuentra más allá de lo material. La neurología, la psicología y la psiquiatría, están considerando seriamente la hipótesis de que nuestra dimensión psíquica no es sólo el resultado de reacciones bioquímicas de nuestro cuerpo, sino que es una identidad independiente en íntima relación con él.

Probablemente algunos, sobre todo los que aún no tienen afianzada la creencia en la reencarnación, se pregunten en alguna ocasión si el espíritu que anima y da vida al cuerpo físico muere y se desintegra también tras la muerte, a lo que firmemente respondo que no; ya que lo que no ha nacido con vida material y orgánica no puede morir con ella, porque es inmaterial, y por lo tanto inmortal, pasando a vivir tras abandonar el cuerpo físico a otra dimensión, a otro plano, con un cuerpo fluídico y etéreo, más o menos sutil, más o menos denso, ya que eso va en consonancia con su progreso espiritual. El espíritu permanece en el espacio por un periodo de tiempo determinado, que varía en cada ser según el caso, hasta que de nuevo vuelve a encarnar en otro cuerpo para seguir la tarea de su ascensión evolutiva.

Otros hay que, aunque su creencia en la reencarnación es firme, sostienen que el espíritu, al gozar de libre albedrío, puede en cada vida volver a encarnar y ser un auténtico rebelde e ir constantemente en contra de Dios, por lo que la única forma de poner freno sería la destrucción de dicho espíritu, no como sustancia, sino como individualización particular.

Dios, como Padre generoso y magnánimo, jamás quiere la muerte del impío sino que éste se salve. Por eso decía Jesús que había que condenar el crimen pero no al criminal, porque el propio destino doloroso que le aguarda, por muchas que sean las vidas de angustia y de dolor que le correspondan como pago a sus delitos, le harán madurar y reajustar su espíritu, descubriendo en algún momento de su eterna vida su trayectoria equivocada y, a partir de ese instante, empezar la lucha por hacer crecer y evolucionar al hombre nuevo, al hombre espiritual que cada ser lleva dentro.

Cuando Jesús dijo: “No vine a traer la paz sino la espada”, sin duda, se estaba refiriendo a esto, la propia guerra del ser humano por conquistar a través de la evolución, su sitio en los reinos del amor.

                                               Antonio Hernández Lozano.

Veamos otros pasajes de los Evangelios que dan pie a pensar en la creencia del propio Jesús y de sus apóstoles en la reencarnación: En el Evangelio de Juan (C: 3, V. 3 al 7) dice Jesús al doctor de la Ley y miembro del Sanedrín, Nicodemo de  Necópolis, tras haberle reconocido como enviado de Dios: “Pues en verdad, en verdad te digo, que quien no naciere de nuevo no puede ver el Reino de Dios”. Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo?, ¿puede acaso volver al seno de su madre para renacer? A lo que Jesús contestó: ¿Eres maestro en Israel y no sabes esto? En verdad, en verdad te digo, que quien no renaciere del agua y del espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es: más lo que ha nacido del espíritu, es espíritu. Por tanto, no extrañes que te haya dicho: Os es preciso nacer otra vez”. A excepción de los saduceos, el pueblo hebreo creía generalmente en la vuelta a la carne, bajo la denominación de “resurrección en la carne”.

En otro pasaje de los Evangelios se expone lo siguiente: “Al llegar Jesús a la región de Cesárea de Filipo, preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre? Ellos contestaron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o alguno de los antiguos profetas” (Mateo, 16, 13-14. Marcos, 8, 27-28. Lucas 9, 18-19).

Al parecer los judíos en aquel tiempo admitían que los humanos tuvieran más de una existencia, ya que en el ejemplo expuesto del Evangelio se le considera a Jesús como la reencarnación de Juan, Elías, Jeremías o algún otro profeta ya muerto desde hacía mucho tiempo. No hay que olvidar que a pesar de ser un pueblo firme en sus creencias, las influencias orientales (India y Persia) son muy antiguas, además de las egipcias; culturas firmemente marcadas por la idea de la reencarnación y que sin duda, a través del comercio sobre todo, realizaron su influencia.

antonio162En el siguiente pasaje, sólo con detenerse a pensar un poco quizá el lector descubra de forma sutil una nueva situación en la cual la reencarnación se deja entrever. “Al pasar vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron: Maestro, ¿qué pecados son la causa de que éste haya nacido ciego, los suyos o los de sus padres? (Juan, 9, 1-2). A esto respondió Jesús: ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifieste en él las obras de Dios”.

Si los discípulos del Maestro no hubiesen conocido la reencarnación, la pregunta parecería totalmente ilógica. Pues, ¿qué sentido tendría el que su ceguera fuese causa de sus pecados cuando éste ya hacía nacido invidente? Entonces cabría preguntarse, ¿dónde está la causa de su estado? Si el Maestro respondió “...Para que se manifiesten las obras de Dios”, ¿acaso no se manifiestan en toda la creación a través de sus sabias Leyes? Pues si el ciego ya lo era desde su nacimiento, lógicamente habría que buscar la causa de su pasado, en su vida o vidas anteriores desde las que arrastraba el karma por el dolor causado a otros y que vino a saldar en esa vida. Aquí se manifestó la Ley de Causa y Efecto, bajo la cual cada ser recoge el producto de sus siembras.

¿Por qué se sigue ocultando esta verdad? Pese a que en el tiempo se van cambiando palabras y frases de los textos, lo que a veces varía su significado -no quisiera pensar que intencionadamente-, el verdadero estudioso siempre encuentra la huella original de todo concepto o creencia.

Esto es algo sumamente importante, que el ser humano de nuestra sociedad actual debiera meditar, para que de forma razonada sacara su propia conclusión.

Que todo cuanto hemos avanzado en el camino espiritual, haga aflorar siempre, lo mejor de vosotros.

 

                                                        Antonio Hernández Lozano

Las leyes que trascienden a todo el universo, están inmanentemente impresas en todo lo creado por Dios, por lo tanto son iguales para todos. Y si así no lo ve el ser humano es por la mucha ignorancia que aún le rodea, por desconocimiento de las mismas o porque su fanatismo no deja a su mente razonar.

Pensemos que si Elías, siendo espíritu, volvió a la Tierra a encarnar en un cuerpo nuevo, en una nueva personalidad, bien claro está que todos los seres humanos hemos de pasar por la misma experiencia de volver a encarnar de nuevo. El espíritu que anima nuestra materia en la vida presente ha vivido ya en otros cuerpos y animado otras muchas personalidades; por esto, negar la reencarnación o la vuelta a la vida en un nuevo cuerpo, sería negar la afirmación que sobre ello hace Jesús.

En las versiones actuales del Nuevo Testamento también se recoge el pasaje donde Jesús, después de la transfiguración en el Monte Tabor, bajaba con los tres apóstoles que le acompañaban y éstos le preguntaron: “Maestro, ¿cómo dicen los escribas que debe de venir primero Elías? A esto respondió Jesús: En efecto, Elías ha de venir y entonces restablecerá todas las cosas, pero yo os declaro que Elías ya vino y no le reconocieron, sino que hicieron de él cuanto quisieron.

Así harán ellos padecer al Hijo del Hombre. Entonces entendieron los discípulos que le había hablado de Juan el Bautista” (C. XVII, V. 10 al 13)

antonio156También en el Evangelio de Marcos reza así: “Y le preguntaron: ¿cómo dicen los fariseos y los escribas que ha de venir primero Elías? Y él les respondió: Elías realmente ha de venir y restablecerá todas las cosas y como está escrito, el Hijo del Hombre ha de padecer mucho y ser vilipendiado. Si bien digo que, Elías ha vuelto ya en la persona del Bautista y han hecho de él cuanto les plugo, según estaba escrito” (C. IX, V. 10 al 12).

Las Leyes Divinas que rigen la vida en sus diversos aspectos, son Leyes perfectas, como perfecto es Dios nuestro Padre, como Fuente inagotable de Energía de donde manan. Como Leyes Divinas y perfectas son inmutables porque si fuesen cambiables o moldeables a ciertas circunstancias ya no serían perfectas; por lo tanto, la Ley que permitió la vuelta a la carne a Elías, la Ley de la Reencarnación, es igual para todos, ya que de lo contrario sería presumible encerrar en una mente infantil el pensar que Dios, sabiduría y amor infinitos, justicia máxima y perfectas, hiciera preferencia entre sus hijos.

En algunos retazos de los Evangelios podemos observar, unida a ideas sobre la reencarnación, la idea del karma: el modo en que actúa en el ser la Ley de Causa y Efecto. Un ejemplo muy claro de ello lo tenemos en las palabras de Jesús hacia Pedro, cuando éste levantó su espada para atentar contra Marco en el Huerto de los Olivos: “Pedro, guarda tu espada porque el que a hierro mata a hierro ha de morir”. Por supuesto, no estamos ante una exposición amplia como en los textos sagrados orientales.

Fácil es de comprender también lo que el karma deparó a Elías casi mil años después, siendo Juan el Bautista. “Entonces les dijo Elías: prended a los profetas de Baal, y que no escape ninguno de ellos. Presos que fueron, los mandó llevar Elías al arroyo de Cison; y allí les hizo quitar la vida” (III Reyes, C. XVIII, V. 40). De vuelta a la carne en la persona del Bautista, él también tuvo el mismo fin, pues como es conocido fue mandado degollar por Herodes el Tetrarca, bajo la promesa que éste hiciera a Salomé a cambio de que bailara para él.

Y no debemos de pensar que la Ley del Karma se manifiesta como la conocida Ley del Talión, “ojo por ojo y diente por diente”; sino que en ocasiones suele ocurrir que el individuo ha de pasar por las mismas circunstancias que hizo pasar a otros, no tan sólo como saldo de la deuda pendiente, sino para aprender a valorar el mal causado a sus semejantes.

Os mando un fuerte abrazo, con mis mejores deseos de paz y serenidad.

                                             

                                                                                                                                        Antonio Hernández Lozano

Al igual que en otros muchos textos sagrados que forman parte de la tradición de religiones muy extendidas, en la Biblia se encuentran alusiones muy claras a la reencarnación, tanto en el Viejo como en el Nuevo Testamento.

Al parecer, la ocultación de esta idea se debió a intereses que favorecían la autoridad de la jerarquía eclesiástica, cómodamente asentada en el poder político en su alianza con el Imperio Romano.

antonio151La reencarnación podía extender la falta de confianza en los miedos que fomentaba la iglesia sobre el infierno eterno y el cielo, además de poder creer que las injusticias sociales de las clases dominantes encontrarían castigo en futuras vidas de expiación. Todo un complot de intereses sociales que, como siempre, imperaron sobre la verdad.

Aunque la Iglesia Católica no mantiene dentro de su doctrina oficial la creencia en la reencarnación, sin embargo fue una de las bases del cristianismo primitivo. Incluso algunos de los llamados Padres de la Iglesia fueron en principio perseguidos por mantener esta idea; ya que muchos de ellos partieron de la filosofía de Platón, (defensor de la reencarnación) para desarrollar el pensamiento cristiano en la Edad Media.

Como decía, en el texto sagrado por excelencia de la cristiandad, la Biblia, podemos encontrar vestigios bastante explícitos sobre la reencarnación, incluso a través de las palabras del propio Jesús y de sus apóstoles, reflejadas en los Evangelios, en las que dejan bien patente que creían firmemente en la sabia Ley de la Reencarnación como claramente se expresa en las citas siguientes.

En el Eclesiastés, (C. I, V. 9, 11) podemos leer: “Lo que ha sido es lo que será... y no hay nada nuevo bajo el sol. ¿Hay algo de lo que pueda decirse: Esto es nuevo? Siempre se trata de algo ya viejo, de otros tiempos, algo que fue antes que nosotros. No hay recuerdo de cosas anteriores".

Incluso en La sabiduría de Salomón, uno de los Evangelios Apócrifos, vigentes como se sabe en los primeros años del cristianismo, en su C. 8 V. 19 y 20, se lee: “Yo era un niño de buen carácter, y una buena alma cayó en mi cuerpo. Así siendo bueno, entré en un cuerpo incontaminado”

Y ya centrándonos en el Nuevo Testamento, en el Evangelio de Mateo, podemos ver que cuando el Mesías habló sobre Juan el Bautista a la multitud de personas que le seguían, entre otras cosas les dijo: “Porque todos los profetas y la ley han profetizado hasta Juan. Y si queréis oírlo, él es Elías que había de venir. El que tenga oído oiga” (C. XI, V: 13 al 15).

Aquí el Mesías afirma enfáticamente que Juan es Elías que había de venir; porque anunciado estaba por el profeta Malaquías (IV – 5): “Ved que os enviaré a Elías el profeta, antes que llegue el día de Yahveh, grande y terrible”.

En la actualidad todo el mundo sabe que el cuerpo físico se desintegra tras la muerte en un tiempo más o menos largo, y demostrado está también por la ciencia que las moléculas de las que se compone cada cuerpo, al desintegrase, van a formar parte de otras sustancias o de otros cuerpos. Como el profeta Elías había muerto hacía más de dos siglos, es lógico que el cuerpo físico no pudiera venir, luego la vuelta del mismo tuvo que ser en espíritu. Y para manifestarse en nuestro mundo necesitaba de un nuevo cuerpo físico, por lo que el espíritu de Elías encarnó nuevamente en un niño. En este caso fue hijo de Zacarías y de Isabel, al que pusieron por nombre Johanan, siendo conocido por Johanan Ben Zekharyah (Juan hijo de Zacarías) y después como Juan de Hebrón (su lugar de nacimiento), pasando a la historia como Juan el Bautista.

Una vez más, os deseo que vuestros sueños se cumplan, sobre todo, en el camino espiritual.

                                              

                                                        Antonio Hernández Lozano

Recordaréis que estamos tratando el tema de la Metempsicosis, donde se cree que, los seres que no actúan correctamente en una próxima vida, podían ser convertidos en animales. Un caso parecido al expuesto en el artículo anterior lo refleja la Cábala, afirmando que las almas de los perversos emigraban al cuerpo de animales. Un ejemplo bastante gráfico es el de la creencia de que una mujer adúltera, para pagar su falta, habría de volver en el cuerpo de una cigüeña, ante la creencia de que estas aves castigan el adulterio con la muerte.

Al igual que otros padres de la Iglesia Católica, Orígenes se expresaba muy claro al afirmar que: “Cada alma recibe un cuerpo de acuerdo con sus merecimientos y sus previas acciones”, de lo que por sí sólo no puede deducirse la idea de que se pueda renacer en cuerpos de animales.

Esas etapas evolutivas quedaron muy atrás para el ser humano, completamente individualizado y consciente de sus acciones, por lo que tiene una mayor responsabilidad de ellas ante la Ley Universal.

antonio144Desde nuestra perspectiva actual no deja de ser curioso imaginar a un espíritu humano, que necesita de un sofisticadísimo sistema neurovegetativo para accionar su cuerpo, actuando en un cuerpo de animal con un sistema nervioso mucho más rudimentario.

Esta creencia también estuvo asentada en otras civilizaciones posteriores. Así, el Dr. Hartley B. Alexander, refleja en su Mitología norteamericana de las tribus árticas: “Las almas deben de renacer tanto en forma humana como en animal, incluso como algunos individuos han recorrido todas las especies animales antes de volver a la forma humana”.

En la película de Jean-Jacques Annaud, Siete años en el Tíbet, basada en el libro del mismo título, sobre la vivencia de Heinrich Harrer, hay una curiosa escena en la que el joven Lama, pide a éste que le construya una sala de cine y los trabajadores, removieron primero la tierra de todo el terreno antes de empezar con los cimientos de la edificación, recogiendo del suelo, para depositar en otro sitio, todas las lombrices que encontraron, ante la creencia de que podría haber alguno de sus antepasados reencarnados en ellas.

De igual forma, en otra escena, ante la caída de una mosca en una taza de té, al parecer un hecho fatídico para cualquier tibetano, había que intentar salvarla de ahogarse ya que podría tratarse de la reencarnación de una abuela muerta.

Sería interminable el número de casos y anécdotas que podría contar, aunque todas estas conclusiones que un día forjaron la creencia en la metempsicosis, hace ya mucho tiempo que dejaron de ser tomadas tan al pie de la letra, con la seguridad de que en un futuro no muy lejano la propia concienciación del hombre rechazaría todo lo que no lleva el sello del progreso en continua evolución y ascenso. Al igual que la teoría de La Evolución de las Especies sacudió las mentes anquilosadas de su tiempo, la reencarnación está llamada a asumir un lugar destacado en el conocimiento de la humanidad, una vez que las viejas fábulas y absurdas creencias dejen paso a una comprensión más exacta de nuestro lugar en este mundo y de nuestros destinos.

Con todo mi cariño, os deseo que el conocimiento y el progreso espiritual, se asiente en vuestras vidas.

 

                                      Antonio Hernández Lozano

Siguiendo el hilo conductor del anterior artículo, vemos como Pitágoras creía que el alma, cuando está suficientemente purificada, es recibida entre los dioses y regresa al origen eterno del que procediera en primer lugar”.

En cierta ocasión viendo a un hombre que maltrataba a un perro, le inquirió con estas palabras: “Detente, no le hagas daño, porque en sus ladridos lastimeros he reconocido la voz de un amigo mío”.

En el Timeo de Platón (Dialogo de Fedra), se puede leer lo siguiente: “Los cobardes son transformados en mujeres; los hombres ligeros y vanos, en pájaros; los ignorantes en bestias salvajes, tanto más rastreras y apegadas a la tierra cuanto su pereza ha sido más degradante; los hombres impuros y glotones van a animar los peces y reptiles acuáticos”.

antonio142Y también esto otro: “En el cielo, Zeus, el Padre y el Señor de todas las criaturas, maneja su carro alado, rigiendo todas las cosas y supervisándolas... De manera que, cuando el alma es incapaz de seguir y no logra tener la visión de la verdad, se hunde bajo el doble peso del olvido y el vicio, se le caen las plumas y cae a la Tierra, y nace una y otra vez como seres humanos o como animales”.

Así encontramos en el Fedón: “Aquellos que se abandonan a la intemperancia, a los excesos del amor y de la comida, y que no han tenido ningún freno, entran de forma similar en el cuerpo de animales semejantes, y los que no han amado más que la injusticia, la tiranía y la rapiña. Van a animar el cuerpo de los lobos, gavilanes o halcones. El destino de las demás almas está en relación al género de vida que han llevado”.

El poeta Ovidio, escribe en La Metamorfosis (libro XV): “La muerte no puede matar tu alma. Cada vez que ella retorna a la Tierra, busca una nueva morada... dando vida y luz a la nueva forma... Las almas van y vienen sin cesar a través de las formas. Los animales que han aprendido la bondad, tomarán aspecto humano y los hombres perversos volverán en cuerpos de bestias. A través de mil formas, el alma avanza y cumple su destino”.

Como si fuese la confesión de una de sus existencias, en uno de los poemas declara:

“Me siento avergonzado al decírtelo, pero te lo diré; me empezaron a salir cerdas.

No podía hablar, sólo emitir sonidos en vez de palabras.

Sentí cómo mi boca se volvía más grande, tenía un hocico por nariz y mi cara se inclinó para mirar el suelo.

Mi cuello se llenó de grandes músculos, y la mano con la que llevaba la copa a mis labios dejaba ahora pisadas en el suelo”.

El llamado Padre de la Historia, Herodoto, afirma en el libro II (Euterpe), que “El alma, después de permanecer en el cielo, pasa por diversos estados de vidas inferiores antes de renacer como humano”.

En la Biblia también se hace referencia a la metempsicosis, y es muy conocida la importancia que los sueños tenían para los reyes y lo apreciadas y buscadas por estos que eran ciertas personas con dotes de magos o profetas, para que interpretaran su significado (como el caso de José y el Faraón de Egipto). Entre éstos, es muy conocido el caso del rey de Babilonia, Nabucodonosor. Una noche tuvo un sueño muy extraño que no sabía cómo descifrar: “Un árbol gigantesco derribado por orden de Dios, cuya voz le decía: “Atadlo con cadenas, arrancadle el corazón, que pazca hierba”.

Consultado el profeta Daniel le expuso lo siguiente: “Esto significa que en castigo a tu orgullo serás reducido a la condición de los animales”. Y así podemos comprobar en el Antiguo Testamento que en el libro del profeta (4-33) consta lo siguiente: “El rey Nabucodonosor, fue echado de entre los hombres y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila y sus uñas como las de las aves”.

Espero que toda esta serie de artículos sobre la Reencarnación, os de opción para ampliar vuestro horizonte, y os ayude a elegir el mejor camino para recorrer la vida.

                                      Antonio Hernández Lozano

Como vimos en el artículo anterior, el Taoísmo distingue la existencia de tres fuerzas, las dos primeras que se oponen entre sí, y al mismo tiempo se complementan: Yang (positivo masculino), Yin (negativo femenino). Mediante el enfrentamiento constante de estas dos fuerzas es como son creados todos los seres. Y la tercera y más importante el Tao, la naturaleza perfecta del proceso de la vida, ésta se expresa por medio de ciclos inexorables de ida y venida. Esta fuerza superior es la que estabiliza y complementa a las dos restantes.

La diferencia esencial que pueda existir entre la idea oriental y la occidental sobre la reencarnación, como apunté en el primer capítulo, salvando algunas excepciones, es la creencia de los primeros en la metempsicosis o transmigración de las almas hacia los reinos inferiores, animal y vegetal.

antonio132Pero lo curioso del caso es, como se ha podido comprobar, que esta creencia no sólo pertenece a Oriente, pues su fundamento también estaba implícito en la creencia de muchísimos pueblos diseminados por distintas partes de nuestro planeta, como Asia, África, América del Norte y del Sur, Australia, Indonesia etc.

Sir James George Frazer, en su libro “La creencia en la inmortalidad”, refleja fielmente la idea de la metempsicosis: “La doctrina de la transmigración o reencarnación del alma se encuentra en muchas tribus salvajes, y, por lo que nosotros conocemos sobre la materia, podemos conjeturar que en ciertas etapas de evolución social y mental la creencia en la metempsicosis fue más común y se ejercitó con una influencia más profunda en la vida e instituciones del hombre primitivo, que en las evidencias que hoy podamos tener sobre esta doctrina”.

Esta creencia no es más que una simple teoría o hipótesis que en ninguno de los casos puede ser real, ya que una vez superadas esas etapas por el ser espiritual, con el profundo esfuerzo que le supone, sería estúpido y sin lógica, tener que volver a reincidir en ellas de nuevo, pues no se puede ir avanzando y retrocediendo dentro de la escala evolutiva del ser. Es probable que en su comportamiento se estanque y detenga el progreso de su espíritu, pero de ahí a volver a encarnar en reinos inferiores es algo totalmente imposible.

Esta creencia pertenece al folclorismo del pueblo -Sócrates la defiende en uno de los diálogos platónicos-, a las leyendas y fábulas de las que ninguna religión se ha visto libre. Por ejemplo, los antiguos hindúes creían que las gentes carentes de virtudes reencarnarían en bestias. De hecho, las temibles leyes establecidas por un legendario legislador llamado Manú, declaraban que, todas aquellas personas que por su forma y comportamiento social vivían en la oscuridad y no cumplían con sus deberes, estaban destinados a renacer en forma animal.

Así decía a modo de ejemplo: “El ladrón de grano renacería en una rata, el de carne en un buitre, el de miel en un insecto”, etc.

Después los sacerdotes de Brahmin, encontraron en ello, igual que también hicieron las iglesias de occidente (especialmente la católica, con su particular infierno y castigo eterno, como pago a los indignos pecadores), el modo de amedrentar y asustar al pueblo ignorante para de esa forma hacerlo obediente y manipularlo a su antojo.

Los egipcios creían que tenían que emigrar durante un periodo de tres mil años de especie en especie antes de renacer con forma de seres humanos.

En Grecia, Pitágoras decía: “Tras la muerte, habiéndose liberado la mente racional de las cadenas del cuerpo, asume un vehículo etéreo e ingresa en la región de los difuntos, en la cual permanece hasta que se le envía de vuelta a este mundo para que habite en algún otro cuerpo humano o animal.

Como al final de cada artículo, os deseo que la luz llegue a vuestra mente, pero sobre todo a vuestro corazón.

                                               Antonio Hernández Lozano

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