Como vimos en el artículo anterior, el Taoísmo distingue la existencia de tres fuerzas, las dos primeras que se oponen entre sí, y al mismo tiempo se complementan: Yang (positivo masculino), Yin (negativo femenino). Mediante el enfrentamiento constante de estas dos fuerzas es como son creados todos los seres. Y la tercera y más importante el Tao, la naturaleza perfecta del proceso de la vida, ésta se expresa por medio de ciclos inexorables de ida y venida. Esta fuerza superior es la que estabiliza y complementa a las dos restantes.

La diferencia esencial que pueda existir entre la idea oriental y la occidental sobre la reencarnación, como apunté en el primer capítulo, salvando algunas excepciones, es la creencia de los primeros en la metempsicosis o transmigración de las almas hacia los reinos inferiores, animal y vegetal.

antonio132Pero lo curioso del caso es, como se ha podido comprobar, que esta creencia no sólo pertenece a Oriente, pues su fundamento también estaba implícito en la creencia de muchísimos pueblos diseminados por distintas partes de nuestro planeta, como Asia, África, América del Norte y del Sur, Australia, Indonesia etc.

Sir James George Frazer, en su libro “La creencia en la inmortalidad”, refleja fielmente la idea de la metempsicosis: “La doctrina de la transmigración o reencarnación del alma se encuentra en muchas tribus salvajes, y, por lo que nosotros conocemos sobre la materia, podemos conjeturar que en ciertas etapas de evolución social y mental la creencia en la metempsicosis fue más común y se ejercitó con una influencia más profunda en la vida e instituciones del hombre primitivo, que en las evidencias que hoy podamos tener sobre esta doctrina”.

Esta creencia no es más que una simple teoría o hipótesis que en ninguno de los casos puede ser real, ya que una vez superadas esas etapas por el ser espiritual, con el profundo esfuerzo que le supone, sería estúpido y sin lógica, tener que volver a reincidir en ellas de nuevo, pues no se puede ir avanzando y retrocediendo dentro de la escala evolutiva del ser. Es probable que en su comportamiento se estanque y detenga el progreso de su espíritu, pero de ahí a volver a encarnar en reinos inferiores es algo totalmente imposible.

Esta creencia pertenece al folclorismo del pueblo -Sócrates la defiende en uno de los diálogos platónicos-, a las leyendas y fábulas de las que ninguna religión se ha visto libre. Por ejemplo, los antiguos hindúes creían que las gentes carentes de virtudes reencarnarían en bestias. De hecho, las temibles leyes establecidas por un legendario legislador llamado Manú, declaraban que, todas aquellas personas que por su forma y comportamiento social vivían en la oscuridad y no cumplían con sus deberes, estaban destinados a renacer en forma animal.

Así decía a modo de ejemplo: “El ladrón de grano renacería en una rata, el de carne en un buitre, el de miel en un insecto”, etc.

Después los sacerdotes de Brahmin, encontraron en ello, igual que también hicieron las iglesias de occidente (especialmente la católica, con su particular infierno y castigo eterno, como pago a los indignos pecadores), el modo de amedrentar y asustar al pueblo ignorante para de esa forma hacerlo obediente y manipularlo a su antojo.

Los egipcios creían que tenían que emigrar durante un periodo de tres mil años de especie en especie antes de renacer con forma de seres humanos.

En Grecia, Pitágoras decía: “Tras la muerte, habiéndose liberado la mente racional de las cadenas del cuerpo, asume un vehículo etéreo e ingresa en la región de los difuntos, en la cual permanece hasta que se le envía de vuelta a este mundo para que habite en algún otro cuerpo humano o animal.

Como al final de cada artículo, os deseo que la luz llegue a vuestra mente, pero sobre todo a vuestro corazón.

                                               Antonio Hernández Lozano

La creencia en la reencarnación está resurgiendo con fuerza hoy día, y ésta, se afianza de nuevo entre todos aquellos que descubren que la muerte no existe más allá de la sepultura, y que el espíritu goza de tantas oportunidades para progresar, como golpes pueda llevar un diamante en su pulido, hasta que la costra inútil que lo cubre deje aflorar la belleza diamantina de su luz.

Unos pensarán en los pecados tan horribles que habrán cometido para que Dios los haya castigado de tal manera, o pondrán en tela de juicio su justicia, por la que unos viven sumidos en la miseria, deformes, humillados, enfermos, etc., y otros, son ricos y poderosos, gozando de una salud envidiable. Es cierto que, entre quienes se hacen semejantes preguntas pocos son los que tratan de buscar una razón coherente y sensata a dichas desigualdades. Así, dejando a un lado a los que directamente culpan a Dios de todo, la mayoría restante se conforman con achacárselo al sistema social, y así zanjan cualquier duda en su cabeza, siguiendo con su más o menos cómoda vida rutinaria evitando el esfuerzo que supone el buscar y hallar nuevas verdades.

antonio121Sin duda, el redescubrimiento de las filosofías orientales en una sociedad globalizada como es la nuestra ha ayudado a ello, pero también, porque en el subconsciente de muchas personas se ha despertado la sed de conocimiento y tratan de buscar, en medio del materialismo que asfixia nuestras aspiraciones más nobles, las verdades que siempre han permanecido ocultas y que ha llegado el tiempo de que salgan a la luz.

El ser humano parece seguir esclavizado, si no por grilletes de hierro oprimido por un cruel amo, sí por las ideologías, modas y convencionalismos sociales que, de forma atractiva, enganchan su mente al materialismo más exacerbado.

Su mente se aparta de toda idea espiritual impulsado a actuar cada vez de manera más irreflexiva y pasivamente. Los medios de comunicación minan su mente con mensajes que lo tiranizan y subyugan a ideas banales y consumistas. Sólo puede sentirse liberado aquel que lo sea interiormente, cuyo espíritu consciente tenga capacidad para decidir -sin prejuicios- lo que de verdad le conviene para su evolución espiritual. De esa forma, se sentirá tan ligero de equipaje a la hora de dejar este mundo, reduciendo el fardo que le encadena a las vidas sucesivas.

 

La reencarnación en China

En la antigua China se creyó muchísimo tiempo en la reencarnación, sobre todo en la transmigración del alma hacia estados inferiores, ya que el ser, condicionado por su trabajo y por su propia actitud, se ligaba a los reinos inferiores, tanto animales como vegetales. Y, aunque en el tiempo esta creencia se fue relegando de la doctrina de las grandes corrientes filosóficas y religiosas del milenario país, la huella inequívoca de tal creencia quedó impresa en el Taoísmo.

Fue Lao-Tse (siglo VI a de C.) considerado como uno de los grandes sabios de la humanidad, el fundador del Taoísmo, la religión más antigua de China y autor del libro Tao-te-Ching, o Libro de la Suprema Virtud, donde se recogen todos los conceptos de su filosofía. La gran influencia que provenía principalmente de la India y sobre todo del Tíbet, fue acoplándose con los preceptos morales de Confucio (551 a 479 a. De C.), y aunque se cree que éste nunca habló de la reencarnación, sus fieles seguidores creían en ella por las grandes influencias recibidas de las dos mencionadas fuentes. De ahí surgieron varias sectas que interpretaban de forma muy particular cada una de sus filosofías.

Cómo podremos apreciar en el próximo artículo. Os deseo paz y amor para todos.

                                               Antonio Hernández Lozano

Entre los discípulos más reputados de Pitágoras se encuentra el filósofo Empédocles de Agrigento, del que se conocen algunos fragmentos de dos de sus poemas: De la Naturaleza y el de las Purificaciones. Sobre todo en el primero expresa abiertamente su creencia en la reencarnación. Cuando Porfirio le cita, así lo expresa claramente:

“Le reviste con túnica de carne que le es extraña, cambiando el vestido de las almas”.

“Yo he sido antes un muchacho y una muchacha, un arbusto, un pájaro y un mudo pez de mar”.

Si en la primera cita deja claro el tema de la reencarnación, en la segunda expresa además, el de la transmigración de las almas en cuerpos pertenecientes a reinos inferiores de la naturaleza, hasta llegar al humano.

Platón enseñaba en su escuela la doctrina de los renacimientos diciendo que: “Para que en esas antonio111nuevas vidas, las almas de los muertos desgasten sus malas acciones pasadas... las almas reencarnadas lo hacen en cuerpos que se asemejan a los que tuvieron en vidas anteriores, e igualmente en instinto y tendencias adquiridas por anteriores experiencias”.

O también esto otro: “El conocimiento adquirido sin dificultad es aquel que el ser permanentemente tuvo en una vida anterior por eso se recuerda fácilmente”.

En su libro Fedón se pueden leer frases como: “El alma es más vieja que el cuerpo. Las almas renacen sin cesar del Hades (más allá), para volver a la vida actual”.

Al igual que Platón, Sócrates aseguraba que: “Las almas toman nuevos cuerpos para repetir una y otra vez sus vidas físicas, a fin de desarrollar las facultades de la psiquis y adquirir la sabiduría”. Así lo podemos apreciar en este diálogo sostenido con uno de sus discípulos en el que evidencia claramente la existencia del alma humana antes de su nacimiento en la Tierra: “También me parece a mí, Cebes, que nada se puede objetar a estas verdades, y que no nos hemos engañado cuando las hemos admitido; porque es indudable, que hay un regreso a la vida; que los vivos nacen de los muertos; que las almas de los muertos existen; que las almas buenas libran bien y las almas malas libran mal”.

Por otro lado Plotino, en sus Eneadas, asienta lo siguiente: “Se trata de un descubrimiento reconocido desde la más remota antigüedad que si el alma comete faltas se ve condenada a expiarlas sufriendo el castigo de los tenebrosos infiernos. Después es admitida a pasar por nuevos cuerpos para volver a comenzar sus pruebas”.

Y en otra parte sigue diciendo: “Cuando nos vemos descarriados en la multiplicidad, estamos de hecho siendo castigados por nuestro propio alejamiento; después, cuando volvemos a tomar cuerpos físicos, gozamos de una condición menos feliz”.

Como habéis podido ver además de Pitágoras, Sócrates y Platón, también Apolonio y Empédocles, entre otros, popularizaron la creencia de la ley de los renacimientos de las almas en nuevos cuerpos físicos, como camino eficaz para alcanzar el progreso del espíritu.

Camino que seguiremos en el siguiente artículo. Hasta entonces, os deseo equilibrio y armonía para todos.

                                      Antonio Hernández lozano

La esencia de la enseñanza de Hermes Trimegisto se encuentra en Pymander, libro inspirado y escrito en forma de diálogo entre Hermes, como mente individual y Pymander, mente iluminada  y divina; o en la conocida Tabla Esmeralda, en la que se guarda el secreto de la inmortalidad y de la sabiduría eterna, capaz de atravesar la barrera del tiempo para conducir a los seres humanos hacia la auténtica liberación, ya que “cuando los oídos del discípulo están listos para oír, llega la voz del Maestro a llenarlos de sabiduría”.

Porfirio, en su Caverna de las Ninfas, refiere que los egipcios reconocían en el cielo dos puertas: una llamada Puerta de los Hombres, por la que penetraban las almas que venían de la tierra para animar los cuerpos de los hombres. La segunda de las puertas, llamada Puerta de los Dioses, era la que daba paso a las almas que después de la muerte subían al cielo. Por lo tanto, eran llamadas la Puerta de la Vida y la Puerta de la Muerte (De Briere).

antonio108Los propios egipcios reconocían que la enseñanza de esta creencia traspasó las fronteras y fue llevada desde tiempos inmemoriales hacia el Este; hecho reflejado en sus propias escrituras en las que narran cómo Osiris, el dios que personificaba al mundo del conocimiento esotérico, lo llevó desde Egipto hasta la India, bajo la forma de un toro moteado.

    La reencarnación en Grecia

 

La idea sobre la reencarnación sostenida tan popularmente en todo el país egipcio llegó hasta Grecia. Sobre el siglo XV antes de Cristo, antes de que los propios griegos se asentaran definitivamente en la que sería su tierra nativa, existían los llamados Misterios Eleusinos (ritos de iniciación anuales dedicados al culto de las diosas agrícolas Deméter y a su hija Perséfone) llamados así por su procedencia de Eleusis, cuidad del Ática, situada a unos dieciocho kilómetros de Atenas y cuyo tema central era la reencarnación.

También hay una vieja leyenda, entre otras muchas, en la cual la diosa Perséfone, tejería nuevos cuerpos para viejas almas, y bajo esta creencia, algunos muertos eran enterrados para que sus almas pidieran el agua del recuerdo que fluía de una fuente en el Hades (el más allá), y en su próxima encarnación ésta podría recordarles detalles de su anterior vida.

Esta creencia fue difundida por Pitágoras, quien afirmaba de esta ley que no sólo observaba, sino que tenía en cuenta todas las desigualdades existentes en la vida terrestre del hombre, expresando que “una vida en la carne, no es más que una anilla en la larga cadena de la evolución del alma”. Fue tema común entre sus discípulos en la escuela iniciática que creó en Crotona, en la isla de Sicilia, confiando a los más adelantados la difusión de la misma, a los que refería en más de una ocasión ciertos pasajes de alguna de sus cuatro últimas vidas que recordaba.

De las vidas anteriores de Pitágoras, nos habla el historiador, astrónomo y filósofo griego Heráclides Póntico, explicando que antes de reencarnar como tal, éste fue Etálida, hijo de Hermes, quien le ofreció, menos el de ser inmortal, el destino que prefiriera o más le gustase, pidiéndole este tan sólo el de poder mantener viva la memoria de todas las vidas que habría de vivir; de ahí que Pitágoras las recordase.

Después de ser Etálida fue Euforbo, herido de muerte durante la Guerra de Troya por el rey Menelao, volviendo a la figura de Hermótimo y más tarde en Pirro, un humilde pescador de la isla de Delos. Aparte de estas cuatro vidas por las que pasó Pitágoras, el tratadista Aulo Gelio, añadió dos más, las de Pirandro y Alco. Esta última, fue una conocida prostituta de la época.

Seguiremos descubriendo muchas más cosas sobre la reencarnación en Grecia, pero eso será a partir del próximo artículo. Hasta entonces os deseo paz y bien con todo mi amor.

 

                                      Antonio Hernández Lozano.

El descubrimiento, comprensión y aceptación de algo tan esencial en la vida de todo ser humano como es la reencarnación, demuestra palpablemente que, en los distintos grados de evolución, se encuentra la razón del porqué de todas las desigualdades humanas, ya que somos fruto de nuestras anteriores siembras y el libre albedrío rige todos y cualquiera de nuestros actos, para bien o para mal. Quedando así el peso del destino en las manos del propio ser humano y no en Dios o en los caprichos del azar.

No es de extrañar, si se vive sumergido en la ignorancia, apegado a las cosas materiales y efímeras,  que la vida les antonio106parezca larga y pesada, pues tan sólo buscan en ella la propia satisfacción egoísta del día a día, a veces tan difícil de conseguir, sin preocuparse en absoluto por el mañana que ha de vivir su espíritu, ni por el pobre o total desconocimiento que sobre él tienen.

Retomando la ruta de nuestra historia, veréis que la reencarnación estaba asentada, desde los albores de las civilizaciones más antiguas, en la esencia de sus creencias, como algo de lo más normal y cotidiano, aunque cada una de ellas dejó marcada en esa esencia su sello personal, permaneciendo fija la idea de que tras la muerte física, la parte espiritual seguía existiendo para animar otros cuerpos en nuevas vidas humanas.

Tanto en el pueblo caldeo como en el persa existieron unos personajes muy importantes, que ellos consideraban como maestros y que recibían el nombre de Magos por su gran experiencia y sabiduría sobre el mundo oculto. Entre los muchos conocimientos que transmitían a sus fervientes seguidores se encontraba la firme creencia en la ley de los renacimientos, considerada como una verdad fundamental en la que sostenían que el alma era un ser espiritual bastante complejo y que pasaba por toda una serie de experiencias terrestres, así como en otros mundos, hasta alcanzar tal grado de pureza que quedaba relegada la necesidad de nuevas encarnaciones.

La reencarnación en Egipto

 Los egipcios ya enseñaban la reencarnación tres mil años antes de Cristo. El historiador griego Herodoto (siglo V antes de Cristo) afirmaba que los egipcios fueron los primeros reencarnacionistas, y numerosos textos antiguos han demostrado que entre ellos, esta creencia resultaba sumamente corriente y familiar, como lo expone el siguiente párrafo interpretado por Marius Fontaine: “Antes de nacer, el niño ha vivido ya, y la muerte no termina en la nada. La vida es un devenir que transcurre semejante a un día de sol, que recomenzará”.

El gran iniciado Hermes Trismegisto (2670 a de C.) del que se sabe muy poco de su biografía y al que se le atribuyen varias obras  entre ellas El Kibalion, La tabla de esmeralda y 42 tratados: una colección de diálogos agrupados con el nombre de Corpus Hermeticun, el Discurso perfecto, conservado en traducción latina con el nombre de Asclepios o Esculapio -donde se decía que las almas bajas y malas, permanecen encadenadas a la tierra por múltiples renacimientos, pero las almas virtuosas, suben volando hacia las esferas superiores.

Así se expresa en el diálogo mantenido con Asclepios, referente a las recompensas y castigos que recibirán los hombres según su actuación: “Tal es, en efecto, la recompensa que aguarda a los que llevan una vida de piedad para con Dios y de atento cuidado del mundo. En cambio los que hayan vivido en el mal y la impiedad, aparte de ver que se les niega el retorno al cielo, son condenados a pasar a cuerpos de otra especie en virtud de una migración vergonzosa, indigna de la santidad del espíritu”.

 Hasta la próxima entrega, os abrazo con el corazón.

                                                Antonio Hernández Lozano

Continuamos nuestro viaje, retomando de nuevo la ruta trazada. ¿Podríamos hablar de un budismo específicamente tibetano? Sí, pues sin duda es distinto al practicado en Sri Lanka, China o Japón, de ahí que se emplee a veces, en vez de budismo, la palabra lamaísmo. Para los tibetanos, el momento clave de la vida para el que se preparan, es el instante mismo de la muerte, ya que piensan que es la última oportunidad para realizarse espiritualmente y despertar. Dicho de otra manera, el verdadero objeto de la vida es alcanzar una buena muerte. Para lo cual se apoyan en las enseñanzas del Bardo Thôdol, texto procedente de la India y que fue, según cuenta la tradición, escrito por el sabio Padma Sambhava, alrededor del siglo VII de nuestra era.

Bardo Thôdol o Libro tibetano de los muertos, es el libro cuya lectura o audición libera del Bardo. Con éste término antonio104designan los tibetanos el estado intermedio, por el que pasa la esencia vital de cada individuo, entre el instante de la muerte que dura 49 días, y la próxima encarnación. Según Alexandra David-Neel, si este aliento vital, en vez de salir por la cúspide del cráneo, lo hace por otros orificios distintos –boca o ano-, la siguiente reencarnación será mala. Para evitarlo el Bardo aconseja: “Conserva firmemente a tu espíritu lúcido... Rechazando cualquier conciencia en un “ego”, cualquier ligazón a tu ilusoria personalidad, disuelve tu no-ser en el Ser y queda liberado”.

Del libro tibetano de los muertos, se hicieron varias versiones que cada secta creada en el Tíbet adaptó a sus ritos, pero siempre sobre la base del budismo, siendo imprescindible su lectura a la hora de la muerte, ya que hay que indicarle al moribundo cuanto es menester, para lo que les espera inmediatamente tras la muerte física.

Todos los seres sin excepción están sometidos a la muerte y a la Reencarnación, teniendo ésta unas características especiales en la clase social de los lamas, pues cuando estos están plenamente realizados pueden, según los propios tibetanos, elegir las circunstancias de su próxima encarnación, incluso el lugar exacto donde ha de efectuarse. También tienen la posibilidad de reencarnar sus cuerpos sutiles en dos o tres cuerpos. Por ejemplo, el espíritu o principio vital en un cuerpo, el alma en otro, y la palabra en un tercero. Éste caso queda bien reflejado en la conocida y famosa película de Bernardo Bertolucci (1993), Pequeño Buda.

En el caso de que la muerte les sorprenda sin acabar la misión encomendada en la presente vida, habrán de completarla en la inmediata, de ahí la importante labor de ciertos monjes –Karmapas- en buscar y descubrir a la presunta criatura en la que el lama ha encarnado, para devolverla a su monasterio, educarla y hacer que recupere la personalidad que perdió con la muerte. Estos casos concretos a los cuales se les llama Tulkus, (Budas vivientes), al contrario de como expuse anteriormente, encarnan en su totalidad en un sólo cuerpo, del que se valdrán para acabar la misión cifrada como meta.

El budismo tibetano, cada día más conocido y popular, ha traspasado las fronteras occidentales, encontrando muchos adeptos a través de los múltiples viajes de su Santidad el Decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso, jefe de estado temporal y líder espiritual del pueblo tibetano, premio Nobel de la Paz, entre tales adeptos se encuentran actores famosos, como Richard Gere que ha abrazado su doctrina haciéndose promotor de las visitas del líder budista a Estados Unidos. También por libros como: Siete años en el Tíbet,  donde su autor Heinrich Harrer, miembro de las SS durante la segunda Guerra Mundial, cuenta su estancia durante ese periodo de tiempo en el llamado “techo del mundo”, así como la amistad y relación, con el Dalai Lama actual durante su juventud. La historia fue llevada al cine en 1997, por el director Jean Jacques Annaud, con notable éxito.

Sin olvidar el caso del niño español nacido en Granada, cuya infancia transcurrió en Bubión en las Alpujarras granadinas y que en su día, hizo correr verdaderos ríos de tinta, al ser descubierto como la reencarnación del alto lama llamado Thubten Yeshe, quien antes de dejar su existencia en los Ángeles -Estados Unidos- en 1984, declaró que se volvería a encarnar en un lugar del sur de España. Osel Hita Torres “Luz Clara” en tibetano-, reconocido por el Dalai Lama como tal, fue instaurado como abad del templo que erigiera en su anterior encarnación, viviendo desde los seis años en el monasterio de Sera en el sur de la India.

Todos los seres humanos, absolutamente todos, tienen su oportunidad; pues si hay algo que de verdad los iguala, además del nacimiento y la muerte, es el estar regidos por unas leyes extraordinarias bajo las cuales Dios dispuso el progreso evolutivo de toda su creación.

Paz y amor para todos, hasta el próximo encuentro.

 

Antonio Hernández Lozano

Un dicho muy popular dice: “El hombre que no es agradecido, no es bien nacido”, y desgraciadamente este refrán, ha traspasado la tradicional lingüística popular, para llegar a ser un hecho de dimensiones considerables, y cada día va extendiéndose como un reguero de pólvora por nuestra solapada sociedad.

Un señor, en apariencia respetable, capaz de masacrar sádicamente a unos niños por las lacras viciosas y deleznables arrastradas por su espíritu ignorante, desde su ya pasado kármico, añadirá en la presente vida un fuerte eslabón más a saldar.

Una gran cantidad de animales, sobre todo perros, son abandonados por sus dueños junto a las carreteras, por queantonio102 resultan molestos al llegar las vacaciones, o por haber crecido demasiado, y desatienden la responsabilidad que les compete cuando fueron adquiridos, rescindiendo el contrato de un falso cariño por la comodidad de unos días festivos.

El fracaso de aquellas mujeres, que desconociendo las lagrimas de dolor de una madre ante la pérdida de su hijo, son capaces de abortar o de tirarlo a un cubo de basura, por el resultado inconveniente y molesto de dejar el trabajo, unos buenos beneficios o para aquellas otras, al gritar “libertad”, creen adquirir con ello el derecho de asesinar a un ser vivo, tan digno como ellas lo puedan ser.

En estos casos vemos el desapego de unos seres humanos a la vida de su prójimo. ¿Y aún es capaz el hombre de culpar a Dios de sus desgracias? Quien sabe valorar la vida, es agradecido a Dios por tan maravillosa dádiva, y lo testimonia amando todo lo por El creado.

Es este un tiempo difícil y testimonial. Aquél que es capaz de acercarse desinteresadamente a compartir el dolor y la miseria de sus demás hermanos, está plenamente capacitado para disertar sobre el amor, la libertad, la tolerancia y la comprensión, que supone para el otro, obtener aquello de lo que carece. Porque de forma razonada, son los sentimientos los que amparan y promueven su fraterna entrega, que revaloriza con sus acciones.

Pero muchos son los demagogos que, en sus exitosas disertaciones, dicen y dicen y poco testimonian con su ejemplo. Ojala les llegue pronto la luz de su despertar interno y comprendan, que es más consecuente con la realidad actual y por su propia evolución espiritual, hacer más y decir menos. Por algo Jesús advirtió: “Por sus obras los conoceréis”.

El ser humano, siempre ha de perseverar en dejar una hermosa siembra antes de abandonar este mundo, que acreciente el valor de su espíritu, no sólo dejarse embargar por el efímero perfume de las palabras, ya que éstas, como vulgarmente se dice, se las suele llevar el viento.

Cualquier momento es bueno para interiorizar y hacer una profunda reflexión, en estos días donde la mayoría de los que nos rodean, se convulsionan fomentando la idolatría. Paz y amor, os deseo de corazón.

                                     

Antonio Hernández Lozano.

Este planeta nuestro es una hermosa escuela de aprendizaje, que ofrece a cada ser humano que lo habita, todos aquellos elementos indispensables con los que pulir y embellecer el diamante que encierra en su interior: su espíritu.

En cada una de las muchas vidas que Dios nos da, venimos para hacer un nuevo curso o para completar el anterior, en el ambiente idóneo, de acuerdo con el grado de evolución alcanzado por su espíritu; pues el ser humano recibe, tal y como decía Jesús: “según sus obras”. Por lo tanto, cuando en una vida no realizamos el trabajo al que nos comprometimos libremente en el Astral antes de la nueva encarnación, o queda incompleto, hemos de repetir la experiencia igual que hace cualquier estudiante que no aprobara su asignatura, presentándose a examen en nuevas ocasiones hasta superarlo.

antonnio94El Budismo -como expuse anteriormente-, está basado principalmente en las enseñanzas de los Upanishads. Las reflexiones místicas y espirituales de los Vedas, revelados a los Rishis o videntes védicos, escritos en sánscrito de los que se conservan unos 150) y en las del príncipe Siddhartha Gautama, nacido en Kapilavasthu hacia el año 560, heredero del clan de los Shakyas, que cambió el boato y el lujo de un palacio y una vida de ensueño material por la búsqueda de su propia paz interna. Siendo llamado después Buda (el iluminado), del que se dice vivió 550 vidas anteriores a lo largo de veinticinco mil años. En su doctrina, “El Karma y la Reencarnación” configuran el sentido de la vida humana dando explicación a todas las desigualdades de la misma.

El Budismo cuenta en la actualidad con cerca de 340 millones de adeptos, surgiendo de ciertas diferencias con el hinduismo, tales como la sumisión ciega del sistema de castas imperantes durante milenios en la India, que sometían al individuo de por vida a un rol definitivo, y por lo tanto, a la infranqueable barrera que supone a sus fieles el momento de acabar con el karma, el cual parece como un círculo vicioso del que nunca se puede escapar.

En las enseñanzas de Buda queda reflejada claramente la escasa intervención divina sobre el destino humano, ya que de esa manera el individuo se sobreesfuerza, siendo capaz de superar su destino en la tierra, por más duro y adverso que éste se manifieste, ya que en él anida el convencimiento de que en su propia voluntad y en su capacidad para asumirlo, está la clave de la superación en vidas sucesivas.

 El deseo y la ignorancia son los grandes obstáculos para alcanzar la iluminación. Los seres humanos, al estar muy poco dispuestos a cambiar y enderezar sus caminos, incurren una y otra vez en la rueda de la vida, siendo limitados por el dolor y el sufrimiento, ocasionados por el fardo kármico, aceptando su condición ya sea humilde o elevada; pues saben que en una vida no se pueden producir grandes cambios, por ser el tiempo demasiado corto, pero si deben superarlo, para que en la vida siguiente pueda desechar el karma vencido en la presente.

La causa de todos los males reside en el egoísmo, al que hay que tratar de erradicar a toda costa. Para ello hay que seguir el Camino de los Ocho Pasos: cultivar el juicio correcto, la intención, el lenguaje, la conducta, el medio de vida, la voluntad, el autoexamen y la concentración, a la cual se llega a través de distintas técnicas, entre ellas, el yoga. Por lo tanto, quien observa en su vida dichos pasos ha de verse libre por siempre del fardo kármico.

Hasta aquí el presente artículo.

Os mando, como siempre,un profundo abrazo desde el corazón.

                                                                  

Antonio Hernández

Como venimos observando, La Reencarnación se encuentra en la base, procedencia y entresijos de esas milenarias religiones, donde ha sido a través del tiempo, el pilar fundamental de su existencia.

El Hinduismo es considerado como la religión conocida más antigua del mundo, pues se cree que apareció cuatro mil años antes de Cristo y, aunque nadie ha podido atestiguar su propio origen, se supone que fue trasmitida por los brahmanes a través de los textos  Vedas, otras corrientes apuntan a que provenía de una raza más antigua, emparentada con los primitivos habitantes de Egipto y Caldea, dando lugar a la tradición, de que sus maestros fueron una raza de semidioses o de seres divinos con apariencia humana, que podrían haber tenido su origen en la Atlántida, donde se dice que más que creer en la Reencarnación, ésta se tenía asumida como parte integrante de la vida misma.

De los textos Vedas, fundamento del hinduismo, se fueron extrayendo conceptos y tratados, con el fin de facilitar su estudio y comprensión, dando lugar a los Upanishads, en los que aparecen dos términos desconocidos hasta ese instante en la literatura religiosa hindú: Karma y Samsârâ.

Karma designa a la carga o cúmulo de reacciones derivadas de cada acción que comete el sujeto y, de las que haantonnio92 de desligarse para alcanzar el progreso evolutivo de su espíritu, con el cual emanciparse de las ruedas reencarnatorias en los mundos físicos. De ahí que cuando el ser humano conoce y toma conciencia de su verdadero significado, lucha con todas sus fuerzas por conseguir su liberación, expresando una conducta y una aptitud benefactora, llegando con su testimonio de amor fraterno hacia todos sus congéneres.

Samsârâ, designa la acción de reencarnar. Su presentación, es una rueda en continuo movimiento que pasa por todo el ciclo de existencias, a las que se somete cada individuo, comprendiendo cada una de las etapas que conforman su vida: nacimiento, crecimiento, aprendizaje, madurez, realización y muerte. Y así, hasta la siguiente encarnación.

De igual forma, en el monumental poema Mahabharata, de gran enseñanza para los fieles, que fue expandiéndose por todo el oriente asiático, podemos encontrar testimonios tan contundentes como estos: “Como un hombre que se despoja de sus vestiduras y se pone otras nuevas, así el habitante del cuerpo, despojándose de antiguos cuerpos, entra en otros nuevos” (2, 17).

En otros pasajes del mismo se pone en boca de Krisna lo siguiente: “Muchas son mis vidas anteriores y muchas las tuyas, Arjuna. Todas las conozco, pero tú no, oh, azote de tus enemigos.

Aunque soy el nunca nacido, aunque soy imperecedero en mi propia existencia, aunque soy el señor de todas las existencias, sin embargo, reposo sobre mi propia naturaleza y provengo de mi propio destino.

Cada vez que desmaya la virtud y se refuerza la injusticia, yo vuelvo a nacer.

Aquél que conoce en sus justos principios mi nacimiento y mis actos divinos, cuando abandone su cuerpo no tendrá que renacer, sino que se unirá a mí” (IV, 5-9). El conjunto de las variadas interpretaciones que se hicieron en el tiempo de los textos sagrados, constituyen en la actualidad la base de las distintas doctrinas que se denominan con el nombre genérico de Hinduismo, entre las que destacan el Budismo, el Confucionismo y el Taoísmo.

El hinduismo es practicado por más de setecientos setenta y cuatro millones de fieles en La India, donde solo en Bangladesh, la siguen el 80% de su población, al igual que en Birmania, Malawi, Nepal, Sri Lanka, Malasia, Zambia y Paquistán. A poco que uno se fije, se dará cuenta de que el objetivo primordial en la vida de los hindúes, es liberarse al fin de las cadenas que forman las sucesivas vidas reencarnatorias, con lo cual, existe la proposición firme en la búsqueda de un camino para poder liberarse de ellas y así, evitar definitivamente la posibilidad de renacer. Siendo la Reencarnación, más que un dogma o un artículo de fe, un profundo sentimiento arraigado en su creencia, que resulta muy útil para todos, y que está vinculado al principio fundamental de la no-permanencia, ya que todo cambia continuamente, puesto que está sujeto a la muerte.

Tan sólo lo Absoluto es inmutable, pero los seres vivos pasan sin cesar. Los papeles y lugares que ocupan en cada destino -del que son totalmente responsables-, son consecuencia de sus propios méritos, determinando la calidad de su existencia y la trayectoria del nuevo nacimiento que tendrán posteriormente.

Al concebir que una sola vida terrestre sea insuficiente para identificarse con la divinidad, es necesario de más existencias que le permitan avanzar hacia su plena libertad.

Con ese mismo deseo me despido de vosotros hasta nuestro próximo encuentro.

                                                                  Antonio Hernández

Muchos hay que se aferran en sus ideas religiosas a la letra menuda de textos tan viejos, caducos e incluso manipulados, según las ideas de la época, como los que encierran el Antiguo Testamento. Así encontramos en Eclesiastés, (IX, 7, 8, 9, 10) la siguiente frase puesta en boca del rey Salomón: “Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón... Goza de la vida con la mujer... Todo lo que te viene a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en la tumba, a donde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría”.

El ser humano siempre ha de tener bien presente que la vida que disfruta no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar un claro objetivo mucho más elevado, que no es otro que evolucionar.

Desde la noche de los tiempos existen mitos y tradiciones populares que conjuntamente con algunos interesantes descubrimientos arqueológicos, guardan las antiguas creencias que testifican el tiempo transcurrido desde que la Reencarnación era aceptada como ley de vida.

Antonio82Restos encontrados en antiguas tumbas del hombre de Neanderthal, que datan entre los doscientos mil y setenta y cinco mil años antes de Cristo, muestran las primeras creencias en el renacimiento. Pues los esqueletos encontrados estaban en posición fetal como si esperaran volver de nuevo a la vida, y todos orientados de este a oeste, desde donde el sol renace cada día.

El profesor Brelic, titular de la cátedra de Historia de las Religiones en Roma, apuntaba al respecto: “No, no conozco civilización arcaica que no haya tenido un mínimo de concepción del más allá. Esta concepción tuvo distintas formas: desde las más primitivas, un volver a los antepasados al estado de naturaleza, hasta la de la Reencarnación, indicada por la posición del cadáver embalsamado o sepultado en la posición fetal para que esté listo para renacer, hasta la más evolucionada de un más allá escatológico, o sea de un más allá que prevé un tiempo por venir y no una vuelta atrás”.

La creencia samánica que proviene del Paleolítico Superior, sostiene que la fuerza esencial de la vida, tanto de los animales como de los seres humanos, reside en la forma del esqueleto, es decir, que las criaturas renacían de los huesos.

Esta creencia también es sostenida por un mito azteca, según el cual una nueva raza humana nacía, al ser moldeada desde el interior de los huesos de los muertos, que eran impregnados con la sangre y el esperma que provenía del dios de la cultura mesoamericana Quetzalcoal (Serpiente Emplumada). Pues el esqueleto recordaba a la semilla que enterrada en la tierra germinaba dando paso a una nueva vida.

Siguiendo con los mitos y leyendas más ancestrales podemos comprobar cómo muchos de los dioses, en los que civilizaciones antiguas sostenían su creencia, como la egipcia, la india, la griega, etc., antes de serlo fueron y vivieron como simples mortales. Un ejemplo bastante gráfico lo tenemos en Egipto, donde se creía y aceptaba que los faraones eran la reencarnación de sus dioses a los que adoraban, y que estos bajaban al mundo con apariencia humana para conducirlos a una vida mejor.

En la India era atribuida, a figuras tan relevantes como Rama y Krisna, la simultaneidad entre dioses y hombres. Pues en el Baghavad-Gita dice Krisna: “Yo me produzco entre las criaturas. Existe un declive de la virtud y una insurrección del vicio y de la injusticia en el mundo, y así yo me reencarno de era en era, para la preservación del justo, la destrucción de la crueldad y el establecimiento de la verdad”.

En la mitología griega, también nos encontramos con Zeus, hijo de Crono y Rea, rey de dioses y hombres, del que decían que abandonaba su morada en el Monte Olimpo y volvía a nacer en cada uno de los grandes héroes que a través de sus extraordinarias hazañas, llevaban a la nación a la gloria y al esplendor.

El mítico rey Arturo, era para los bretones la reencarnación de un dios sol, que había vuelto a la vida para inspirar a la raza humana. Igual se creía, según consta en las leyendas incas y aztecas, que sus grandes héroes, partían tras la muerte, hacia la Casa Celestial del Sol, la que abandonaban algunas veces para tomar nuevo cuerpo y bajar a la Tierra para instruir a su pueblo.

Espero que este sugerente viaje, no solo os sirva como un mero informe sobre la trayectoria ideológica y religiosa, que siguieron las humanidades de nuestro planeta, sino como un planteamiento razonable, que nos ayude a entender y comprender el tema de la Reencarnación, velado aún para muchos hermanos nuestros que, aferrados a las tradiciones ancestrales, ante la ignorancia, el miedo y la posible carencia de información –como explicaba al principio del artículo- se sienten incapaces de abrir una nueva puerta y descubrir, el hermoso horizonte que se encuentra tras ella.

Con mis mejores deseos de paz y armonía, os dejo hasta nuestra próxima cita.

                                               Antonio Hernández.

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